El salario se aleja cada vez más de la canasta familiar
Los datos de septiembre respecto del valor de la canasta para no ser pobre son un mazazo contra la clase obrera: ésta aumentó casi un 4% en un mes y más del 40% interanual y llegó a los $47.216, cuando aún quedan por delante los incrementos que vendrán de los meses de octubre a diciembre. Pero el promedio de los ingresos de los trabajadores que están dentro de la franja que no llega a la cifra de piso para no ser pobre es de apenas $25.759 (Ámbito 20/10). Este desangre de la familia obrera ha sido consolidado en el acuerdo de toda la burocracia con las patronales y el gobierno, al llevar el salario mínimo a $18.900 en octubre y 21.600 en marzo.
El panorama es igualmente grave entre los trabajadores privados cuanto en los públicos. Luego de la paritaria firmada en octubre por la dirección de Suteba (docentes de la provincia de Buenos Aires), encabezada por Roberto Baradel, un maestro de grado con máxima antigüedad de más de 25 años cobrará en diciembre $48.854. Y luego del acuerdo aceptado por la dirección de ATE, también en diciembre próximo, un estatal bonaerense cobrará con 30 horas sin bonificación un salario inicial de $26.715, y con la mayor categoría y antigüedad, apenas $33.856.
Este proceso de disolución del salario se profundizará al calor de la devaluación imparable del peso: el dólar blue aumentó en lo que va del año un 141%, alcanzando los $180, contra los $101 calculados para el dólar por el presupuesto de utilería elaborado por el ministro Martín Guzmán para el 2021.
La burguesía reniega de sostener a sus propios explotados
La entrega del salario mínimo de parte de la burocracia sindical adquirió ribetes escandalosos al fijarlo en un valor de 105 dólares al día de hoy, un salario que cobra un alto porcentaje de los trabajadores argentinos.
La firma de esta infamia, que incluye a la CGT pero también a las CTAs, confirma la decisión de la burocracia sindical de jugar a fondo en favor de la nueva normalidad que exigen los patrones en el tramo actual de la pandemia, y del actual estadio de descomposición capitalista a escala mundial, con la que buscan retrotraer las condiciones de vida de la clase obrera a un siglo atrás.
Así lo declaró, sin vergüenza, el vicepresidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, quién aseguró que “los salarios no tienen por qué cubrir una canasta familiar, ya que son individuales, y que en las provincias cuesta encontrar personas que acepten un empleo en blanco, porque están cobrando un subsidio o porque están licenciados en otro empleo” (Infogremiales 16/10).
En el ideario de la UIA, si los componentes de una familia obrera quieren alimentarse, vestirse, educarse, tener acceso a la salud y, en fin, reproducirse, todos deben trabajar o arreglársela como puedan, en una Argentina en la cual sobre un total de 19 millones de personas que integran la Población Económicamente Activa (PEA) nacional, la cantidad registrada de los que no tiene trabajo aumentó de 2.220.000 en el primer trimestre a 3.310.000 en el segundo.
Los capitalistas y el gobierno de Alberto Fernández, que canaliza sus reclamos, atrasan hasta antes de 1776, cuando el economista británico Adam Smith, defensor del capitalismo en ascenso e histórico pilar del pensamiento burgués liberal, les señalaba a los patrones de la revolución industrial inglesa que no había que matar a la gallina de los huevos de oro. En su obra “La Riqueza de las Naciones”, en el capítulo VIII, referido al salario, les decía: “El hombre siempre ha de vivir y mantenerse con su trabajo; y por consiguiente, su salario ha de alcanzar por lo menos para su mantenimiento. Es indispensable también, la más de las veces, que ganen algo más que su sustento; porque de otro modo sería imposible sostener una familia, y entonces la raza de aquellos trabajadores nunca pasaría de la primera generación”.
Los Funes de Rioja niegan trabajo y salario, e incluso asistencia social, y la burocracia sindical respalda este ataque histórico. No debe extrañar entonces que los 10 puntos de consenso en el Consejo Económico y Social, entre la burguesía, el gobierno y la CGT y las CTAs, sólo hablaran de aumentar la productividad.
Las paritarias comienzan a crujir
Todas las paritarias hasta ahora firmadas están muy por debajo del 30%, con una inflación que superará el 40%. Ya varias de ellas están en crisis por la resistencia de los trabajadores.
La Federación de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (FTIA), que conduce Rodolfo Daer, comenzó ayer huelgas de dos horas por turno, emplazados por los trabajadores que vienen rebelando fábricas enteras contra el acuerdo de entrega del 6.5% en dos tramos más un bono no remunerativo de 6 mil pesos que se cobró por única vez el pasado mes de junio.
Los trabajadores de la UTA, con el interior al borde del estallido, vuelven a la lucha en Rosario y en varias provincias. La burocracia aceptó un bono por única vez de 10 mil pesos como elemento para descomprimir, pero el acuerdo salarial definitivo sigue pendiente. En el medio ya se perdió casi un año y se abre una perspectiva de grandes conflictos.
Los enfermeros y trabajadores de la salud este 21 vuelven a autoconvocarse por salario y condiciones laborales, ante la completa entrega de la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad de Argentina del secretario general cegetista Héctor Daer, y la pasividad e impotencia de Cicop (profesionales médicos), a la que Kicillof les pidió “un esfuerzo más”: el ofrecimiento del gobernador kichnerista del 14% debió ser rechazado, porque un médico ingresante de planta pasaría a cobrar de $46.815 a $52.700 a noviembre, y uno de guardia llegaría a los $58.611.
Mientras, decenas de conflictos, como los de Dánica, Siderca, Gri Calviño, Latam, ferroviarios tercerizados, enfrentan los despidos, las suspensiones, la precarización laboral y las rebajas salariales.
Por Daniel Sierra para Prensa Obrera