Cromañon| A 17 años de la Tragedia, ya no queda un detenido.
Eran las 22.50 del 30 de diciembre de 2004 y con “Distinto”, el tema de apertura de su disco Rocanroles sin destino, Callejeros arrancaba el último show de la temporada. De repente, un fogonazo iluminó el techo de un rojo-anaranjado que comenzó a esparcirse. El sonido se apagó, y la confusión mutó rápidamente en miedo, y luego en terror, gritos, humo. Una bengala -técnicamente, un “tres tiros”- se había elevado en corto trayecto hasta encender la media sombra que cubría los paneles acústicos del techo de lo que había sido una bailanta antes de convertirse en el nuevo Cemento en el barrio de Once.
Foto Gentileza La Nacion
Los paneles hicieron su trabajo, pero no impidieron el incendio; favorecieron las expansión de las llamas con una consecuencia letal como nunca antes ni después se vio en la Argentina. Desde el techo bajó, sin aviso, la muerte lenta del ácido cianhídrico despedido por la combustión de la espuma de poliuretano de los paneles. Debajo, a nivel de la superficie, miles de jóvenes y adultos, incluso de niños de un puñado de años de edad, intentaban escapar. A oscuras se empujaban, se arremolinaban, trataban de enfilar hacia las puertas batientes a través de las cuales habían entrado. Pronto advirtieron, todos, que habían quedado encerrados y que República Cromañón se había convertido en una trampa mortal.
Se trató de la mayor catástrofe por causas no naturales de la Argentina: 194 muertos y 1432 heridos
El desastre coronado por un fuego pirotécnico contra el techo del local desnudó una serie de irregularidades y descontrol privado y estatal que marcó un antes y un después. Nunca más fue igual organizar un recital o show público en la Ciudad de Buenos Aires.
Foto Gentileza La Nacion
El local, habilitado para poco más de mil personas, tenía en el momento del desastre a 3.000 fanáticos de la banda “Callejeros”. Matafuegos vencidos, controles estatales para la habilitación sin realizar, planos que no coincidían con la realdiad, y paredes y techos que no eran de materiales a prueba de incendios. Cuando comenzó el “show de bengalas” que los seguidores acostumbraban hacer y que desde el escenario los músicos fomentaban, las puertas del boliche estaban cerradas por fuera. La tragedia fue gigantesca.
La Justicia nunca pudo determinar quien fue la persona que encendió la bengala letal. Incluso ni siquiera se sabe si está vivo. Sin autor material, se intentó seguir toda la cadena de responsabilidades para buscar a los autores mediatos.
Omar Chaban (Archivo)
Omar Chabán, gerenciador de Cromañón y productor de los espectáculos, fue el primer apuntado. Los planos del lugar y los formularios de inspección no se correspondía con la realidad: ni salidas de emergencia, ni sistema claro de evacuación; una media sombra donde no debía haberla; matafuegos vencidos y mangueras de agua inútiles por falta de presión.
Las Zapatillas que quedaron dentro de Cromañon (Foto Nexofin)
Cromañón tenía certificación de bomberos vencida. El 8 de diciembre un inspector de bomberos había pasado para revisar el local, pero nadie lo atendió.
El show de Callejeros era una coproducción entre el gerenciador del local y la banda. Por eso, a los músicos -muchos de los cuáles perdieron familiares en la tragedia- también les cabía la responsabilidad de garantizar la seguridad de los espectadores.
Fabiana Fiszbin, subsecretaria de Control Comunal, y sus subalternos inmediatos Ana María Fernández y Gustavo Torres, también fueron acusados por la falta de control estatal. Y el subjefe de la comisaría 7º, Carlos Díaz, fue acusado de cobrar coimas de Chabán.
“Callejeros” la Banda de la Tragedia
En 2009 llegó la primera sentencia. Chabán, Diego Argañaraz (manager de Callejeros) y el subcomisario Díaz fueron condenados por estrago doloso seguido de muerte y cohecho. Para Fernández y Torres, hubo sentencia por incumplimiento de deberes.
En 2011, Casación cambió la carátula a estrago culposo seguido de muerte y condenó a Callejeros. En 2012, Rafael Levy, dueño del local, fue condenado. Chabán murió en noviembre de 2014.
Todos los involucrados hoy:
Patricio Fontanet, cantante y líder de Callejeros: condenado a 7 años de cárcel. Formó otra banda de rock. Está en libertad condicional.
Omar Chabán: condenado a 10 años y 9 meses de prisión. Murió en 2014, internado en el Hospital Santojanni.
Cromañon el día despues (Foto Nexofin)
Christian Torrejón, bajista de Callejeros: condenado a cinco años de cárcel. Está en libertad condicional.
Diego Argañaraz, manager de Callejeros: condenado a cinco años de prisión. Su mujer murió en Cromañón. Cumplió dos tercios de la pena y quedó libre.
Daniel Cardell, escenógrafo de Callejeros: condenado a tres años de cárcel. Fue el primero de los miembros de la banda en salir en libertad.
Maximiliano Djerfy, guitarrista de Callejeros: condenado a cinco años de prisión. Quedó en libertad.
Paredes con las Manos marcadas por siempre (Foto Nexofin)
Elio Delgado, guitarrista de Callejeros: condenado a cinco años de cárcel. Fue beneficiado con la libertad condicional.
Juan Carbone, saxofonista de Callejeros: condenado a cinco años de prisión, de los cuales pasó detenido tres años y medio. Tiene libertad condicional.
Raúl Alcides Villarreal, colaborador de Chabán: condenado a seis años de prisión. Recuperó la libertad.
Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros: condenado a seis años de prisión. Sigue detenido, pero porque le dieron prisión perpetua por el femicidio de su esposa, Wanda Taddei.
Gustavo Torres, funcionario porteño: condenado a tres años y nueve meses por incumplimiento de deberes. Le dieron la libertad condicional.
Fabiana Fiszbin, jefa de control comunal: condenada a cuatro años de prisión. Quedó libre luego de que le redujeron la pena a tres años y seis meses.
Ana María Fernández, funcionaria porteña: condenada a tres años y seis meses por incumplimiento de deberes. Recibió la libertad condicional
Carlos Díaz, subcomisario de la Federal: condenado por estrago culposo seguido de muerte y cohecho a ocho años de cárcel. Quedó en libertad