Los voluntarios de los que habla Laura son personas de diferentes áreas del Gobierno de la Ciudad que antes de la pandemia cumplían funciones específicas, después pasaron a integrar el cuerpo de personal disponible para todas las tareas que permiten el funcionamiento de los hoteles y todos los dispositivos de combate contra el covid como por ejemplo lo vacunatorios, los centros de testeos, la central de reservas que verifica la asignación camas, entre otros.
Johann Belisario Acevedo, es parte de la Dirección de Arbolado de la Ciudad, estuvo desde el primer día y explica que los voluntarios hacen todo lo necesario para lograr que el hotel funcione correctamente, sin distinción de tareas. “Cuando comenzaron los operativos en los barrios de la Ciudad y a los hoteles llegaban grupos familiares enteros, en uno de los hoteles había camas en un depósito y si poníamos más camas en las habitaciones podíamos alojar, por ejemplo, a una madre con sus hijos menores de edad. Entonces nos tocó, básicamente, subir las camas y los colchones a cada una de las habitaciones”, narra el abogado de 30 años.
En un ex comedor, devenido en los tiempos de la pandemia en depósito, había 80 camas individuales con sus colchones. Johann y tres compañeros se pusieron entonces a cargar las camas y los colchones en un ascensor para repartirlas en cada una de las habitaciones de los 11 o 12 pisos que tiene el hotel. Se fueron sumando personas de otros equipos y hasta la gerenta del hotel. Gracias a esos refuerzos en 4 horas terminaron. “Ya estábamos en esos días en que los contagios estaban subiendo en la Ciudad y teníamos que terminar lo más pronto posible. Para la noche, ese hotel logró abrir sus puertas con 80 camas más y en el panorama que teníamos era un montón”, cuenta Johann.
José Seguí es asesor del Ministerio de Gobierno y desde el 24 de marzo del 2020 participa en el operativo de hoteles. Para asegurarse de que los hoteles que tuvo a cargo funcionasen al 100% llegó a mudarse a uno de ellos, el Luxor. El hotel fue para él su nueva casa y el equipo con el que compartió las 24 horas de los 7 días de la semana por meses, una segunda familia.
El 2 de agosto del año pasado la esposa de un paciente con síntomas leves alojado en el Luxor lo llamó para darle la peor noticia: su papá, que estaba internado en un hospital con un cuadro agudo de Covid19, había fallecido. “Enterarte que tu papá falleció, no poder irlo a velar, no poder darle el último adiós. La soledad de esta pandemia, de este virus que la gente ha tenido que transitar sola, es tremenda”, afirma José. El equipo del hotel no podía quedarse de manos cruzadas. Además de los profesionales que le estaban brindando atención psicológica, el resto tenía que hacer algo.
Entre todos decidieron comprarle chocolates y escribirle, cada uno, mensajes en papeles de colores. Pusieron todo en una bolsa y, rompiendo un poco el protocolo, José subió a llevársela. “No podía permitir como jefe de hotel no ser yo quien le llevase los chocolates a la puerta de la habitación. No lo vi, solo lo sentí llorar del otro lado de la puerta. Me vi reflejado en la persona que estaba detrás de la puerta llorando. Me vi yo de chico. Mi papá falleció cuando tenía 7 meses y toda mi adolescencia la transité llorando solo en las noches. Fue una historia que me atravesó desde lo personal”, explicó José. “Pero fue fuerte y muy gratificante a la vez porque esa soledad era solo física, del otro lado de la puerta había un gran equipo humano conteniéndolo”, concluyó.
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