Después del divorcio: 1 de cada 3 niños no se vincula con uno de sus progenitores
Velar por una infancia feliz debería ser la prioridad de las parejas que tienen hijos en común y deciden poner fin a su relación. Sin embargo, miles de niños son despojados de una parte de su familia como consecuencia de divorcios conflictivos.
Odio, rencor y resentimiento, son algunas de las causales que hacen a los adultos propiciar un plan de venganza caprichoso para destruir a la otra parte, el que dista notablemente del interés superior del niño y pone de manifiesto los problemas entre adultos, del cual los niños, deberían encontrarse al margen.
No solo alejan de forma injustificada al progenitor no conviviente del niño, sino que también lo hacen de su línea parental, la que en muchas ocasiones alcanza a abuelos, hermanos, tíos, primos y padrinos, situación que es contraria a lo establecido en normas nacionales e internacionales. A su vez, en menor medida, se lo desarraiga de su centro se vida, lugar en dónde el niño transcurrió en condiciones legítimas la mayor parte de su existencia.
El daño, en primer lugar, está pensado para hacer mal a la expareja, padre o madre de su hijo, pero finalmente el único perjudicado es el niño, ya sea a corto, mediano o largo plazo; lo que los profesionales de la psicología traducen en consecuencias psicológicas severas, tales como fracaso escolar, embarazos no deseados, baja autoestima y problemas en sus relaciones durante su vida adulta, entre otros.
Existen varias formas de concretar el impedimento de contacto, las más comunes son: direccionamiento indebido, sustracción parental, falsas denuncias y en el caso de los varones, exclusivamente, desconocimiento de la paternidad.
Con el auge de la modernidad y la democratización de la justicia, la que trajo aparejado miles de conquistas de nuevos derechos como el matrimonio igualitario y la gestación subrogada, por citar algunos, se observa, en los últimos tiempos, un incremento de distanciamientos afectivos injustificados en niños cuyos progenitores son del mismo sexo.
La obstrucción de vínculos afectivos entre padres e hijos, en cualquiera de sus modos, es violencia infantil y la víctima es un niño; cuyo descendiente, en un futuro no muy lejano, tendría, de mantenerse esta problemática, varios traumas aparejados al comportamiento descripto, de modo que, es preciso comprender que cuándo dos personas deciden poner fin a su relación, siempre tendría que ser entre ellos y nunca se lo debería someter al niño a elegir entre uno u otro, éste no tiene por qué ser el botín de guerra de la disputa que transitan los adultos. En tal sentido, el niño debe crecer sanamente con el amor de ambos progenitores y familia extendida; las parejas se separan, los niños no.
De acuerdo a instrumentos internacionales con raigambre constitucional, el niño es un sujeto de derecho, el apartamiento sin causa, incomprensible, hace invertir esa figura y lo transforma en una cosa, lo que conlleva a una grave violación a los Derechos Humanos, porque al igual que los adultos, los niños tienen los derechos propios de todo ser humano, más los adicionales por ser niños. Al suprimir la figura de padre o madre y línea parental, se está menoscabando, de forma directa y principal, su derecho humano a la identidad.