Aunque pueden verse algunos en veredas, su hábitat principal es en parques y plazas, dado su gran tamaño y el desarrollo extendido de sus raíces que crecen sobre la superficie y alteran la calzada. En la ciudad de Buenos Aires, se pueden encontrar dos especies de palo borracho, el de flor rosada o samohú, que es el que posee mayor número de representantes, y el de flor blanca o yuchán. Como curiosidad, ambas variedades pertenecen a la misma subfamilia del baobab.
Esta especie, de magníficas cualidades estéticas, provienen de diferentes regiones y, más allá de la variedad en la tonalidad de sus flores, presentan otras características que las diferencian. El samohú es originario del nordeste argentino, el sur de Brasil y Paraguay. Es un árbol más esbelto que su congénere, más alto y con la corteza más verde.
El yuchán tiene una distribución mucho más amplia, con presencia desde Perú hasta nuestro noroeste, y presenta principalmente dos tipos distintos, uno de tronco relativamente corto y amplio diámetro, lo que le confiere aspecto de botella, y otra tipología, más esbelta y de mayor altura, propia de las zonas selváticas y los bosques húmedos. En ambos casos, la corteza presenta un color verde agrisado.
A lo impactante de su abundante floración, que comienza en verano y se extiende hasta bien avanzado el otoño, se suma la brotación de sus hojas, que presentan un color dorado tornando al verde claro cuando son jóvenes, y su fructificación, que al momento de la dehiscencia (apertura de los frutos) exhibe un material similar en apariencia al algodón que ornamenta de blanco sus copas.
Sus flores, de gran tamaño, están dispuestas en grupos poco numerosos o son solitarias, y sus pétalos, de aproximadamente 10 cm de largo y bordes levemente ondulados, son de color rosado más o menos intenso según cada ejemplar.
Algunas tribus de la zona del río Pilcomayo han concedido al “palo borracho” otras denominaciones, como “mujer” o “madre pegada a la tierra”. Según el folklore nacional, la forma del árbol representa el cuerpo femenino y sus transformaciones reflejan los cambios que se producen en el tránsito de la juventud a la vejez. En los inicios de la vida, el tronco es esbelto y vigoroso, y en su adultez sus formas se tornan más redondeadas y engrosadas hasta registrar grietas en algunas partes de su estructura y un crecimiento reposado en su edad madura.
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