#DiariodeViaje| Capitulo I: «Conociendo Jujuy»
Nuestra primera parada, en este #Especial donde conoceremos gran parte del Norte Argentino, fue la llamada popularmente «Tacita de Plata». San Salvador de Jujuy será entonces nuestro punto de salida en esta travesía que invita a transitar por lugares soñados, cubiertos de historias, con pinceladas de leyendas que se funden en acordes de un folclore típico y autóctono. Sabores, colores y aromas que no pasan desapercibidos. Una aventura que vale la pena vivirla…
Ubicada en un fértil valle, en la confluencia de los ríos Grande y Xibi Xibi, rodeada de montañas que, hacia el oeste, en invierno, suelen estar cubiertas de nieve, la capital jujeña es acaso la “puerta de entrada” a una serie de paisajes, a una forma de “sentir la vida” que accionan rápidamente en la mente “acelerada” de quien viaja desde la Ciudad de Buenos Aires.
Paso cansino, ruidos a naturaleza pura, son los matices que se conjugan al son de un “espíritu” diferente. La sensación primera que uno interpela al caminar sus calles y conocer sus rincones, es la de comenzar a “leer” la historia de nuestro país desde otra mirada. Aquellas páginas escritas por los “unitarios” quedan expuestas cuando comenzamos a escuchar lo que narran desde la “Argentina federal”.
Ya contamos hace poco la historia de la Bandera de la Libertad Civil, acaso el punto más interesante para comprender como se impregna ese sentimiento patriota desde otras tangentes. Que nos trae, inevitable, la mirada de un Belgrano más vivo que nunca, como no ocurre, acaso, en ningún otro suelo. La certeza de que allí, lejos del “Cabildo de Buenos Aires”, la historia fue también tan intensa, necesaria y fundamental para llegar a nuestros días. A nuestra república.
El norte reconoce en el General un hombre que se “mide” casi con la misma pasión que, desde estos lados, admiramos a San Martin. No es que uno menoscababa la imagen de Belgrano (ni desde allá al nacido en Yapeyú), pero si quizas, debo reconocer, llevaba (sobre mis saberes) apenas la enseñanza escueta de que la epopeya de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús, “encerraba” el crear la Bandera, izarla en Rosario y su llegar al norte para pasar “la posta” al Libertador. Allá uno entiende que lo acontecido fue mucho más complejo, la cuestión cambia radicalmente. Jujuy marra con vehemencia lo que implicó el “Éxodo”. Cuenta con lujos de detalles como, este abogado devenido en militar, con sabiduría, terminaria logrando que hombres de pueblo y ejército fueran una misma mano que empuñaría la espada en el camino de la Libertad.
Y es al son de estos “trovadores” de aquellas hazañas que parecen no dormir en los laureles, que se presienten todavía vigentes y aun orgullosas, que los paisajes se deslizan sigilosamente, con solemnidad, para de repente clavarse en la retina devolviendo una sucesión de postales naturales de belleza absoluta.
Casas de adobe, material noble que sirvió antaño y sirve aun hoy para climatizar los hogares. La mirada arrugada y sabia de los descendientes de pueblos originarios, afloran en cada cuadra que visita. Detalles que parecieran dar cuenta que, al caminar Jujuy, uno habita otro tiempo, otro espacio.
Entonces, como para terminar de amalgamar la experiencia en un presente casi perfecto, la historia, el valle y sus cerros, se funden en una gastronomía típica de empanadas, humitas o tamales. Todo esto en conjunción de una melodía que surge como consecuencia de la conexión propia de la Puna con el altiplano boliviano. Entrelazados con maestría, suenan los huayno, la cueca, el bailecito y el carnavalito. Guitarras, bombos y las infaltables quenas, armonizan con el siku y el erke.
La música folklórica del centro-noroeste argentino está llena de ritmos, de instrumentos, de bailes, de historias. Cada canción tiene algo que contar. Y tiene la capacidad de quedarse un poquito en el corazón.
Así arranca la travesía, con todos los sentidos estimulados a la vez. Pero no de forma caótica, desenfrenada o apabullante. Todo lo contrario. Con la proporción justa para entender que ese rincón del país es acaso uno de los más bellos que tiene el orbe.
PURMAMARCA Y SALINAS GRANDES
A pocos kilómetros de la Capital, siempre dentro de la llamada “quebrada de Humahuaca”, entre cerros y pre cordillera, se asoma un pueblo de apenas unas pocas cuadras. Calles pequeñas y veredas angostas, dan marco a Purmamarca (“Pueblo de la Tierra Virgen”), con su población de origen prehispánico parece extraído de un cuento de García Márquez.
A 2.193 metros sobre el nivel del mar, esta custodiado por cerros multicolores y coronado por la Iglesia de Santa Rosa de Lima, declarada Monumento Histórico Nacional en 1941 por la UNESCO, junto al Algarrobo Histórico, árbol milenario en donde descansaron las tropas del Gral. Belgrano (otra vez el apellido del prócer que suena en nuestros oídos).
Allí la gran atracción es el famoso Cerro de los Siete Colores, que se destaca por las diferentes tonalidades que le brindan los minerales a su ladera, ofreciendo una postal típica de la Quebrada.
El pueblo es base para conocer otro punto que escapa de lo común. Por su intensidad y magnitud. Se trata de “Salinas Grandes”.
Hablamos del tercer salar más grande de Sudamérica. Objetivo final que se llega luego de atravesar la impresionante Cuesta de Lipán que se impone con sus hermosos paisajes.
De origen volcánico (hace aproximadamente unos 10 millones de años), cuando chocaron las placas tectónicas del continente con el pacífico. Allí se elevan las montañas, formando una cuenca endorreica. Al erupcionar los volcanes toda el agua mineralizada, aguas saladas y rocas derretidas bajan como ríos quedando atrapadas en la misma.
Paulatinamente, en el período cuaternario, se evaporan esas aguas y dan forma a las salinas, que poseen una costra cuyo espesor promedio es de 30 cm y se ubican a una altitud promedio de 3450 metros sobre el nivel del mar. Como dato particular, resulta ser atravesadas por la RN 52 que comunica a la República Argentina con la República Chile a través del Paso de Jama.
TILCARA y HUMAHUACA
Dejar San Salvador no es una empresa agradable. Uno quiere seguir palpando ese arraigo autóctono, con mezcla de patria naciente. Un detalle nos salva de la nostalgia del adiós: los paisajes no dejan de acompañar el camino nunca, y la música tradicional del carnaval, continúa con sus acordes en nuestra travesía.
Si hasta ahora las características arquitectónicas y geológicas eran novedad para nuestra mirada absorta, la llegada a Tilcara no desentona en lo más mínimo.
Emplazada en el centro de la Quebrada de Humahuaca, en la confluencia del río Grande, que recorre toda la Quebrada. Sobre la margen derecha del mencionado rio, basta atravesar un puente que conecta la ruta Nacional 9 con el pueblo, para apreciar el Pucará, un sitio arqueológico prehispánico.
Tilcara fue nuestra base para conocer Humahuaca, el punto más al norte que visitaremos en el recorrido.
Para llegar allí debemos alejarnos unos 126 km. de San Salvador de Jujuy y subir unos 2.939 metros sobre el nivel del mar. La ciudad fue declarada por la UNESCO patrimonio de la Humanidad en la categoría Paisaje Cultural el 2 de Julio de 2003.
Acá nos cuentan que su nombre deriva del nombre de una nación de pobladores originarios que habitaron la región (los omaguacas), aunque también hay una leyenda que hace referencia a la Cabeza que llora ¡Humahuacac! ¡Humahuacac!.
La quebrada fue escenario de distintas culturas ancestrales de 10.000 años de antigüedad, y también suele traducirse como «Río Sagrado», antiguo símbolo de lo que sólo cambia para seguir siendo lo mismo.
Entre sus atractivos, conocemos el Monumento a Los Héroes de la Independencia. Una obra imponente concebida por Ernesto Soto Avendaño. Se trata de 31 metros de bronce chileno, con una base de piedra rojiza de Coraya y piedra bola de los Ríos Grande y Coctaca.
En su centro se destaca la figura denominada “Grito de libertad” de unos 9,60 metros de altura. Pensada para dejar huella imborrable del primitivo habitante de esta tierra, quienes supieron defenderla en épocas de independencia. A sus márgenes emergen figuras que evocan al gaucho norteño, están en posicionamiento propio de las acciones de guerra lo que le da movimiento y acción a la obra. Ambos laterales miden 4,50 m. de alto por 9m., de ancho.
De allí nos permitimos viajar en una camioneta hacia las Serranías de Hornocal. Transitamos la ruta 9 para luego desviar 20 kilómetros por la ruta provincial 73 -de ripio-, que zigzaguea montaña arriba hasta superar los 4.200 msnm y terminar en un mirador, justo enfrente de la más espectacular paleta de pinturas naturales.
El llamado “Cerro de los 14 colores” (nombre que encierra una licencia poética y turística para diferenciarse de su par de los 7 colores), una descomunal formación calcárea de numerosos minerales que, al ser erosionados por el viento y la lluvia, dejaron a la vista sus tonos en las laderas de las montañas.
Impacta, asombra. Hipnotiza es acaso el término que mejor cuadra para describir tamaña formación arqueológica. Sus formas triangulares, simulan ir zigzagueando a lo largo del cordón montañoso, cuya altura supera los 4.700 metros sobre el nivel del mar.
Forma parte de la formación calcárea Yacoraite, que va regalando colores desde Perú, en su punto más al norte, hasta Salta, en el sur, pasando por el altiplano boliviano y por Jujuy. Algunos dicen que las tonalidades de este arco iris son al menos 33, entre ocres, verdes, amarillos y blancos.
Imposible no sentarse ante la inmensidad natural, dejarse llevar por la soledad y el hermoso silencio de la “nada misma”. Tomarse unos minutos para percibir como el andar del sol y las nubes, juegan con las sombras y permiten postales de ensueño.
¿ADIOS JUJUY?
Dejar la provincia sigue siendo complejo. Entendemos que la pre cordillera nos acompañará todo nuestro viaje, que la naturaleza no permitirá que dejemos de asombrarnos, pero la mezcla que impone Jujuy, de tradición, presente e historia, es un combo del que cuesta despegarse.
Las noches de peñas, con carnavalitos infaltables. Las comidas regionales, su relación inquebrantable con la Pacha Mama, apostillas de un recorrido que promete revancha. Por ahora es un “hasta pronto” Jujuy…
Especial para #CincoDias por Juan Jose Postararo