Andrés Calamaro invocó a Miguel Abuelo, invitó a Pablo Lescano y homenajeó a Iorio: “Cantar en Buenos Aires a fin de año es folclórico”
En la primera de sus dos funciones en el Movistar Arena, El Salmón revisitó buena parte de su catálogo de clásicos y le rindió tributo a Diego Maradona
“Yo cometí errores y los pagué, pero la pelota no se mancha”, pronunció Andrés Calamaro antes de que las pantallas pusieran en escena el célebre calentamiento de Diego junto con esa entrañable viñeta pop llamada “Maradona” -homenaje en vida, fechado en 1999- y para que suene como un actualizado “Live Is Life” (Opus). La cita es inexacta, pero qué importa: salió de la boca de un cantante que hace lo que quiere y cómo quiere, especialmente en sus shows, en los cuales se dedica a reinterpretarse cada noche, rompiendo las métricas originales de sus versos dorados y dejando en offside al coro popular.
En el Movistar Arena no cabía un alfiler, las entradas estaban agotadas desde hacía meses (hoy, jueves 16, dará una segunda función ahí mismo) y la humedad de la noche hacía subir el vapor de la expectativa. El Salmón está coronando una gira anual de 40 conciertos y la cita con su ciudad era ineludible. “Cantar en Buenos Aires, a fin de año, nos resulta folclórico”, dijo y vaya que lo fue. “Output Input”, “Cuando no estás” y “A los ojos” abrieron el fuego con prepotencia y rock, amplificado en esa banda sólida y versátil que juega de memoria: Mariano Domínguez (bajo), Martín Bruhn (batería), Germán Wiedemer (piano) y Julián Kanevsky (guitarras) acompañan a Calamaro desde 2016 y contribuyen en la artesanía que supone desarmar las canciones y entregarlas distintas a como las conocemos.
Los cinco cuentan con la gracia, el look y la mugre de una banda de pub que a la vez puede ser la jam residente en un hotel de mil estrellas. Todo está en los detalles: como cuando Kanevsky le saca brillo a las cuerdas para estirar el drama de cada estrofa de “Verdades afiladas” mientras suma unos coros stone, cuando los parches de Bruhn blurean el final de “Me arde” para que se transforme en “Dead Flowers” (The Rolling Stones), cuando Wiedemer se encarga con fineza del piano para que Calamaro dylanice “Estadio Azteca” con una guitarra electroacústica, o cuando la balada rompecorazones “La parte de adelante” tiene la capacidad de mutar en un funky que incluye “Loco” y “Corte de huracán” a la vez.
Andrés Calamaro invitó a Pablo Lescano a su show y se deshizo en elogios: «Es un Maradona de la música popular»
Por momentos, las visuales tomaron parte del estadio y se escaparon de las pantallas instaladas por detrás de la banda. Así, los anillos de led que circundan las plateas pudieron ser un cartel que anunció vuelos durante ese tangazo latinjazzero que es “Los aviones”, un río revuelto para que se deslice “El salmón”, o un cielo estrellado para seducir a la “Flaca”.
Las citas son una constante en Calamaro y esta vez destapó “Lunes por la madrugada”, dedicada al genio y la figura de Miguel Abuelo, un gesto particular teniendo en cuenta que no suele revisitar su paso por Los Abuelos de la Nada. Y lo hizo haciéndose cargo de todas las estrofas, acompañado por el coro alucinado por el recuerdo. Ese aura también estuvo presente en el momento más especial de la noche, cuando invitó a Pablo Lescano (”El Maradona de la música popular”) para darle el necesario toque villero a “Tuyo siempre”.
A dos keytar, Andrés y el factótum de Damas Gratis le dieron calor a una verdadera cumbia dinamita bajo las reglas de Lescano, que cuando toca en vivo es una especie de mixtape humano. Y como si fuera uno de esos enganchados que todavía se venden en los trenes, la remató con la melodía de “Mil horas”, acaso la más popular que se haya fabricado alguna vez en la Argentina.
Como acostumbra, Andrés Calamaro interpretó temas propios y ajenos en el Movistar Arena. Repite hoy jueves, con localidades agotadas
A una montaña de hits totales, le sucedería un puñado más: un medley casi Rodríguez que juntó a “Mi enfermedad”, “Todavía una canción de amor”, “Te quiero igual” y “Dulce condena” en una misma pieza; “Sin documentos”, con el que el estadio se transformó en una plaza de toros desde las visuales; y “Bridge Over Troubled Water” (Simon & Garfunkel) como coda de la épica “Paloma”, que Andrés cantó envuelto en un trapo de Pity Álvarez que le arrojaron desde el campo.
Después de “Crímenes perfectos”, todo se puso oscuro hasta que unos focos blancos apuntaron al cantante. La luz necesaria para invocar a Ricardo Iorio con los versos de “Justo que te vas”, acaso los más melancólicos que escribió alguna vez el ícono del metal pesado argentino, fallecido hace menos de un mes. Fue la intro perfecta para “Los chicos”, con la que Calamaro suele finalizar sus recitales para rendirle tributo a sus amigos caídos. Tristemente, esa lista es cada vez más larga: Mariano Mores, Federico Moura, Luca Prodan, Julián Infante, Pil, Willy Crook, Palo Pandolfo, Marciano Cantero, Pappo, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati y, una vez más, Maradona.
Andrés Calamaro repasó su trayectoria ante un público exultante
A Calamaro le pasaron un capote de torero y, con un pasodoble de fondo, hizo unos movimientos que le hicieron gritar “oleeee” a la multitud. Una suerte de metáfora acerca de cómo le escapó a la tensión que se generó con parte de su público en los días previos a este show. A través de posteos de Instagram que fue borrando y actualizando, pareció leerse un solapado apoyo a Javier Milei de cara al ballotage presidencial del próximo domingo en frases como “Podemos elegir entre algo distinto a más tiros en los pies, hasta que no quede ningún nada en pie” o “Puedo ser cínico y demagogo y agitar el miedo a la vuelta de la dictadura o la pérdida de derechos, pero sería cínico y mentiroso”. Sin embargo, no hubo careo por ideas políticas entre el artista -de la quinta que vio el Mundial 78- y su gente en lo que duró la música. Pero una vez finalizada, la multitud salió a los pasillos del estadio con el cantito: “Y ya lo ve, y ya lo ve / El que no salta, vota a Milei”.
“Cuando ladra la moral en modal inquisición / Me corresponde cantar / a la libertad, a la libertad”, había entonado Andrés en ese blues malandro llamado “My Mafia” (”La escribí para mis mejores amigos del barrio de Villa Soldati, donde aprendí un montón de cosa en mi vida adulta, entre comillas”). Ahí está la clave de su carácter escurridizo y librepensante, al que no hay manera de correr ni por izquierda ni por derecha. Puede que Calamaro se haya equivocado alguna vez y pague por eso, pero las canciones no se manchan.