
Durante décadas, el tratamiento mediático y social de la sexualidad, especialmente cuando involucraba a mujeres públicas, estuvo marcado por el morbo, el prejuicio y la condena. Sin embargo, los últimos años han sido testigos de un cambio significativo: el auge del feminismo, la evolución de las redes sociales, y el empoderamiento económico a través de plataformas como OnlyFans y DivasPlay e incluso páginas de escorts vip, han modificado radicalmente cómo la sociedad percibe el cuerpo, la intimidad y la sexualidad. En el centro de esta transformación cultural en Argentina se encuentra una figura emblemática: Florencia Peña.
De actriz popular a centro de polémica

Florencia Peña es ampliamente conocida por su talento actoral, sentido del humor y versatilidad artística. Desde sus primeros pasos en la televisión hasta convertirse en una de las figuras más reconocibles del espectáculo argentino, ha transitado una carrera llena de éxitos. Sin embargo, a pesar de su trayectoria profesional, su vida privada se vio violentamente expuesta cuando, años atrás, se filtró en Internet un video íntimo grabado en un contexto privado.
En ese momento, el escándalo fue mayúsculo. Los medios replicaron la noticia con un tono sensacionalista, las redes sociales explotaron en comentarios misóginos, y Peña se convirtió —sin su consentimiento— en el foco de una narrativa que la reducía a víctima de su propia sexualidad. El episodio, que debió haber sido tratado como una vulneración grave de la privacidad, fue transformado en una «vergüenza pública». La sociedad de entonces no estaba preparada para separar la figura pública del derecho a la intimidad.
La transformación cultural: feminismo, redes y nuevos discursos
En los años que siguieron, el mundo cambió. Los movimientos feministas, como Ni Una Menos en Argentina o el #MeToo a nivel global, pusieron sobre la mesa discusiones urgentes: la autonomía sobre el cuerpo, la cultura de la violación, el derecho a la intimidad y la libertad sexual de las mujeres.
Florencia Peña, lejos de replegarse, se posicionó de forma activa en estas conversaciones. Se convirtió en una figura visible del feminismo popular, defendiendo la libertad individual y la igualdad de derechos. En ese nuevo marco, el discurso alrededor de su video prohibido comenzó a cambiar. Ya no se trataba de una “mancha” en su carrera, sino de una muestra clara de cómo el sistema mediático y judicial fallaba en proteger a las mujeres.
La exposición ya no era sinónimo de vergüenza, sino de denuncia. Lo que en otros tiempos era motivo de escarnio, ahora era entendido como una forma de violencia digital. Así, la narrativa alrededor de su historia personal comenzó a girar hacia una visión más empática y crítica del tratamiento mediático y judicial de estos casos.
Plataformas de contenido exclusivo: un nuevo modelo de negocio

Con el tiempo, Peña también supo aprovechar los cambios tecnológicos y culturales para reinventarse en un nuevo rol: el de empresaria de su propia imagen. El surgimiento de plataformas como OnlyFans y DivasPlay ofreció a los creadores de contenido un espacio donde podían monetizar su trabajo sin intermediarios, especialmente en torno a temáticas eróticas o sensuales.
En un contexto donde la sexualidad ya no es un tabú sino una forma válida de expresión, Florencia Peña decidió abrir su cuenta en estas plataformas. Lejos de ser un escándalo, su decisión fue presentada con naturalidad y recibió tanto críticas como apoyo, pero en un clima mucho más equilibrado y maduro que el de años atrás. En sus propias palabras, lo hizo por libertad, por juego, y también por negocio.
El resultado fue exitoso: cientos de miles de seguidores, contenido exclusivo y una narrativa que ya no estaba controlada por los medios tradicionales sino por ella misma. Peña recuperó el control sobre su imagen, su cuerpo y su sexualidad.
De víctima a protagonista
Este giro no sólo representa un cambio personal en la vida de Florencia Peña, sino también un cambio colectivo. Lo que antes era escándalo, hoy puede ser una fuente legítima de ingresos. Lo que antes era humillación, hoy es autogestión y empoderamiento. Las mujeres ya no están obligadas a esconder su sexualidad para ser respetadas profesionalmente; pueden habitar ambas dimensiones sin que una invalide a la otra.
El caso de Florencia Peña muestra cómo una persona que fue víctima de la exposición involuntaria de su intimidad pudo, años después, tomar ese mismo eje narrativo —la sexualidad— y resignificarlo desde la autonomía. Lejos de sentirse avergonzada, Peña ha expresado públicamente que disfruta de lo que hace en las plataformas de contenido exclusivo, que no se disculpa por su cuerpo ni por su deseo, y que no necesita la validación de los medios hegemónicos para vivir de su imagen.
El rol de los medios: ¿evolución o maquillaje?

Una de las grandes preguntas que deja esta transformación es hasta qué punto los medios tradicionales han aprendido algo. Aunque hoy son más cuidadosos en el uso del lenguaje, muchas veces siguen reproduciendo viejas estructuras de prejuicio, especialmente en títulos y comentarios editoriales.
El tratamiento que se le da a figuras como Peña en la prensa aún está atravesado por un doble estándar. Mientras que los hombres que hacen uso de su cuerpo o su erotismo suelen ser celebrados, las mujeres continúan siendo evaluadas desde la moralidad o el “ejemplo” que dan. En ese sentido, el cambio es parcial y está aún en disputa.
Lo que sí parece irreversible es que figuras públicas como Florencia Peña han abierto la puerta para una nueva generación que entiende que el cuerpo no es pecado, que la privacidad debe ser respetada, y que la sexualidad, cuando es elegida y autogestionada, puede ser una herramienta de libertad.
El futuro: empoderamiento real o capitalización de la sexualidad
Aunque el caso de Florencia Peña puede ser leído como un triunfo del empoderamiento, también abre debates necesarios sobre la delgada línea entre libertad sexual y mercantilización del cuerpo. ¿Hasta qué punto estas plataformas refuerzan viejos modelos de consumo del cuerpo femenino, y hasta qué punto ofrecen autonomía real? ¿Pueden convivir ambas lecturas?
Peña, con su carisma habitual, ha sabido posicionarse en ese borde sin caer en respuestas simplistas. Defiende su derecho a hacer con su cuerpo lo que desee, pero también reconoce los desafíos que enfrentan las mujeres que no tienen su nivel de visibilidad o privilegio.
Una historia de transformación
Florencia Peña no solo ha sobrevivido al escándalo mediático más invasivo de su carrera: lo ha resignificado. En un mundo en transformación, donde los discursos sobre sexualidad, privacidad y empoderamiento están en pleno debate, ella ha logrado ser algo más que una víctima o una celebridad: es un símbolo del cambio.
Su historia no es solo personal, sino generacional. Lo que antes fue motivo de burla o vergüenza, hoy puede ser motivo de orgullo y libertad. En esa evolución colectiva, Florencia Peña ha dejado una marca profunda en la cultura argentina: la de una mujer que eligió no callarse, no esconderse y vivir su sexualidad en sus propios términos.
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