Día del gamer: dentro del juego, yo participé y elegí
Día del gamer: dentro del juego, yo participé y elegí
Salir de la cabaña, equiparnos con un ala delta y lanzarnos a volar por las montañas, subirnos a un auto que supera los 372,6 kilómetros por hora y correr hasta que no encienda más su motor, encarnar la piel de un dinosaurio mutante defendiendo su planeta con garras y dientes, personificar a un asesino en serie disfrazado de payaso, ser gobernador y construir una nueva ciudad donde vivir con tu comunidad, etc., etc. En la era de la inmediatez y la sobresaturación de información, a menudo y desde que somos jóvenes surge la pregunta clásica y muy abarcativa: ¿qué querés ser cuando seas grande? Casi como un acto de rebeldía que se manifiesta representativamente en la expresión de los jóvenes, esa pregunta tiene mil y ninguna respuesta, en un contexto de descubrimiento vocacional que tiene como principales exponentes a la presión social y familiar, la estimulación diversa y el acceso a la tecnología de la información. Esta pregunta con intencionalidad de respuesta individual quedó obsoleta así como está formulada. Por el buen nombre de la familia, por el legado, por la incertidumbre y el miedo a lo desconocido, o tan solo porque «suena mejor» optar por una vocación tradicional, que en otro contexto global venía siempre con el pan bajo el brazo, es una tendencia en desuso. El descubrimiento vocacional se transforma en un proceso solitario que nos permite explorar la diversidad de posibilidades. Cómo queremos que sea ese proceso depende exclusivamente de cada uno, pero como sociedad debemos responsabilizarnos en comunidad para acompañar ese descubrimiento de varias decisiones. Hay algo muy importante que uno tiene que saber para elegir qué queremos ser, y eso es conocer qué nos gusta hacer. Este proceso de inteligencia intrapersonal sólo se consigue con la paciencia y el involucramiento. Hoy en día podemos conocer casi cualquier oficio sin comprometernos a decidir hacerlo y ni siquiera terminar de decidir formarnos para ello. Podemos probar, ilusionarnos y hasta soñar cómo sería nuestra vocación, pero hay que informarse y tenerle paciencia a la voz interna que nos diga los que nos gusta hacer.
Un día, con trece años de experiencia después de ganarle nuevamente a tus amigos, no sabés cómo explicarles lo que te pasa. ¿Cómo les digo que ya no me divierto como antes jugando con ellos, si fueron ellos quienes me trajeron a esta comunidad?. Y si vos te estás tomando en serio las competencias y tu entrenamiento está haciendo efecto, decidiste ser jugador profesional sin haberlo elegido. Entonces te involucrás en serio, te formás leyendo lo poco que encontrás y tratando de escuchar a los que más experiencia tienen, y casi sin darte cuenta lo elegís a Thiago de referente. Pero a los 17 años, sintiendo que «los mejores años de e-sport ya pasaron», te das cuenta de lo involucrado que estás y lo mucho que te siguen gustando los videojuegos, sentís que sabés como piensan los diseñadores cuando quieren equilibrar un juego con el objetivo de que sea lo debidamente difícil para desafiarte, pero lo necesariamente fácil para no frustrarte. Entonces el testeo y el posterior reporte de un videojuego se transforman en una «ilusión de autoría» y una posible vocación que interpela al jugador. A los 20 años, después de probar dos carreras, retomaste tu hobby de dibujar y te das cuenta de que podés expresarte creando arte conceptual para videojuegos del mundo, como Ignacio Bazán Lazcano, o quizá a tus 23 años, con dos años de psicopedagogía cursados, te das cuenta, como Graciela Esnaola, de que querés investigar los videojuegos en espacios de aprendizaje. Teniendo 25 te encontrás realizando un arreglo orquestal que suena muy parecido al Final Fantasy XV y googleando das con Christian Perucchi, quien compone y orquesta música de videojuegos con la Orquesta Corear. A los 28 años, recién recibida de Licenciada en Administración de Empresas, tomás conciencia de que tu hobby de actriz de voz te ayuda más a pagar el alquiler que tu trabajo formal, y entonces descubrís a Cástulo Guerra, un tucumano oriundo de Salta que interpretó la voz de Geglash en el Diablo II, y te quedás más tranquila.
Jugando es como nos conocemos y al mundo que nos rodea. Diseñar juegos es crear herramientas de conocimiento del mundo a través del vínculo personal. A veces jugamos y se nos olvida cómo se hacen los juegos, a veces hacemos juegos y se nos olvida jugar. Somos gamers, simplemente queremos convertirnos en lo que nunca habíamos podido imaginar ser.
(*) Co-fundador FundAV (Fundación Argentina de Videojuegos).