Lo que debemos saber cuando enfrentamos una pandemia. Por la Dra Maureen Birmingham
La pandemia por COVID-19 nos atraviesa a todos y cada uno de nosotros. Obligó a adoptar nuevos hábitos, costumbres e incorporar términos que hasta ahora parecían desconocidos. Todos hablamos de la pandemia, pero ¿qué significa? ¿En qué se diferencia a un brote o epidemia, y cuándo empieza o termina?.
Una pandemia es una epidemia que se ha extendido por varios países, continentes o todo el mundo y que, generalmente, infecta a un gran número de personas. El 11 de marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció que la enfermedad causada por COVID-19 podía caracterizarse como una pandemia, dado los niveles alarmantes de propagación y los niveles de inacción por parte de algunos países.
Debemos tener en cuenta que la palabra pandemia no es para usar a la ligera. Es una palabra que, si se usa incorrectamente, puede causar un miedo irrazonable. De hecho, describir la situación como una pandemia no cambia la evaluación de la OMS ni su acción en torno a la emergencia. Es más, al momento de ser descrita como una pandemia, la propagación del nuevo coronavirus ya había sido declarada por la OMS como una emergencia de salud pública de importancia internacional el 30 de enero, con muchas acciones tomadas y recomendaciones interinas emitidas, basadas en la evidencia existente y revisadas constantemente por grupos de expertos.
Como vemos, entonces, una pandemia sigue siendo una epidemia cuya propagación es muy extensa. Cuando hablamos de epidemia, nos referimos a un aumento inusual del número de casos de una enfermedad en una población específica, en un período determinado. Los términos «brote» y «epidemia» se usan a menudo indistintamente, pero el término «epidemia» muchas veces connota algo más amplio.
En líneas generales, la duración de un brote o epidemia depende, básicamente, de la velocidad del brote, en relación a la infección y modo de transmisión; el tamaño de la población susceptible; la intensidad de exposición de la población susceptible; el período de incubación de la enfermedad; y la efectividad de las medidas inmediatas de control. De todas formas, cada caso en sí puede contener particularidades y requerir un abordaje específico.
Por lo pronto, más allá de las distintas fases que puede afrontar una pandemia, si un microbio puede causar una enfermedad grave, es central que los países controlen su propagación con las medidas existentes. Por ejemplo, en el caso de COVID-19, no hay una vacuna, ni un tratamiento específico aún, a pesar de intensos esfuerzos y mucha colaboración científica entre instituciones y países. Pero, se pueden aplicar medidas básicas de salud pública para poner presión al virus y romper las cadenas de transmisión para contenerlo. Esto es, intensificar la vigilancia para saber dónde está el virus, con la detección precoz, testeo y, por cada caso confirmado, su atención y aislamiento durante el período infeccioso. Hacer una exhaustiva localización y manejo de cada contacto estrecho y su cuarentena estricta durante 14 días para evitar más contagios. Estas medidas tienen que estar acompañadas del compromiso comunitario para hacer su parte con higiene y distanciamiento físico lo máximo posible.
Estas medidas han funcionado en aquellos países que fueron logrando contener al virus y que, en consecuencia, levantaron las restricciones establecidas de forma gradual y cautelosa para poder ingresar en una nueva normalidad, aquella en la que esperamos encontrar un mundo más saludable, más seguro y mejor preparado. En los países que lograron contener el virus, continúan muy preparados y vigilantes para aplicar rápidamente las mismas medidas cada vez que haya un nuevo disparo de casos. Estas medidas, bien implementadas y en forma oportuna, son claves para facilitar el levantamiento de las restricciones.