Quién fue Saturnino Segurola, “el gran vacunador”
La viruela fue una pandemia que asoló al mundo desde tiempos remotos. Hubo grandes pestes en China, Grecia y Roma. Asoló a Europa durante la Edad Media y los conquistadores españoles la trajeron a América causando estragos entre la población nativa.
Para el siglo XVIII causaba unas 400.000 muertes al año, entre ellos el rey francés Luis XV. Los chinos fueron pioneros en la tarea de combatir esta enfermedad.
Aplicaron lo que en Occidente llamaron “variolización”, que consistía en la inhalación de polvos de costras de infectados. El método se extendió por todo Oriente y llegó a Estambul, la “puerta de Europa”.
Por aquellos primeros años del siglo XVIII la práctica consistía en la aplicación del pus de personas levemente enfermas en incisiones practicadas en el brazo del paciente.
Mary Montagu, esposa del embajador británico que había perdido un hermano con la pandemia y ella misma había quedado desfigurada, llevó la novedad a Londres, donde logró que la Sociedad Científica inoculara públicamente a su hija Mary, el 11 de mayo de 1721.
La práctica fue un éxito y se difundió rápido cuando la Princesa de Gales hizo vacunar a sus dos hijas, Amelia y Carolina y, en los EE.UU., George Washington hizo vacunar a toda su tropa.
Edward Jenner realizando la primera vacunación contra la viruela a James Phipps, retratado al óleo por Ernest Board. (AFP)
Años más tarde un joven poeta, músico y médico llamado Edward Jenner, observó que las lecheras no contraían la viruela y que solo padecían unas pústulas en sus manos. Terminó descubriendo que transitaban la viruela vacuna, mucho más leve que la humana.
Decidió inocular al hijo de su jardinero, James Phipps de 8 años, con el pus de una lechera llamada Sarah Nelme. El niño enfermó levemente durante unos días. Cuando sanó, Jenner le aplicó el pus de un paciente de viruela humana y el niño permaneció inmune.
Jenner publicó sus estudios en 1798 y la flamante vacuna se extendió por el mundo. En 1800 llegó a España y el médico personal del Rey Carlos IV, Francisco Balmis, le sugirió organizar una “Expedición Filantrópica de la Vacuna” para llevarla a América que padecía endémicamente la viruela.
El 30 de noviembre de 1803 salió del puerto de La Coruña la expedición con 4 médicos, 3 enfermeros y 22 niños huérfanos que serían los portadores de las pústulas de viruela vacuna.
Segurola vacunaba los jueves bajo un árbol en la quinta de su hermano, en la actual esquina de Puán y Fernández Moreno.
Felipe Pigna, historiador
Al frente estarían Balmis y Salvani. Recorrieron Canarias, Puerto Rico, Venezuela, Texas, Arizona, México, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Y luego Filipinas y China.
En cada lugar dejaban constituidas las Juntas de las vacunas avalados por los respectivos virreyes y capitanes generales. Ninguno de los 22 niños volvió a su Coruña natal. Fueron alojados en asilos americanos o adoptados por familias locales.
En México, Balmis quedó sorprendido al notar que el método ya se aplicaba. Esto tenía que ver con el activo contrabando, que también traía las novedades médicas.
Título de Clarín sobre el fin de la viruela. Archivo Clarín
La vacunación en Buenos Aires
Así había ocurrido en Buenos Aires donde ya en 1784 el doctor O’Gorman realizó la primera variolización.
En 1804, durante una gran epidemia, el doctor Cosme Argerich y el sacerdote Saturnino Segurola se convirtieron en los principales promotores de la vacuna que había aplicado Jenner gracias a la llegada a Montevideo de un barco negrero que traía desde Brasil a dos jóvenes esclavos inoculados.
Segurola vacunaba los jueves bajo un árbol en la quinta de su hermano, en la actual esquina de Puán y Fernández Moreno. Fue distinguido por el propio Jenner y su Sociedad Janneriana como “el gran vacunador”.
Segurola fue además director de la Biblioteca Pública, Miembro de la Asamblea del Año XIII, administrador de la Casa de Expósitos, profesor y comisionado general de la vacuna.