«Dibu» Martinez y los penales: ¿Soberbia o picardía? por Juan José Postararo
Entre otra de las cosas que dejó la Pandemia fue la posibilidad de ver un partido de fútbol sin el bullicio de las canchas. Consecuencia inmediata permitió que el espectador pueda escuchar con claridad lo que pasa dentro de una cancha, puesto que el único sonido es el “natural” ejecutado por los protagonistas.
En este contexto llegamos al partido que anoche la Selección Nacional disputó contra su par de Colombia por la semifinal de la Copa América. La definición por penales del pleito tuvo como protagonista a “Dibu” Martínez, el portero argentino que atajó tres de los cinco disparos y permitió la clasificación a la final de la albiceleste.
Pero no fue sólo la performance del arquero la noticia sino su dialogo con cada uno de los ejecutante a modo de “intimidación”.
Después de la conquista de Juan Cuadrado, a pesar de haberle adivinado el palo, llegó la primera salvada ante el disparo de Davinson Sánchez. “Lo siento, pero te como hermano”, le gritó al defensor cuando el futbolista cafetero ya estaba en plena carrera para entrarle al balón.
“Estás nervioso, te estás riendo porque estás nervioso”, “Te lo atajo, Mirá que te como” o “Te voy a esperar eh, tenés miedito” fueron otras de las frases esgrimidas.
Dicho esto, la pregunta la final del cuento emerge por decantación: ¿Soberbia o estrategia?
Sin ampararnos en el reglamento, que claramente juega en contra del uno local, puesto que en la pág. 115 de las Reglas de Juego se encuentra el menú de causas por las cuales DEBE amonestarse por “conducta incorrecta”: “Distraer con palabras y comentarios a un adversario durante el juego o en una reanudación” dice la letra fría.
Lo cierto es que lo acontecido deja un sabor semiamargo. Los que gustamos del buen fútbol, aquellos que nos sentimos más atraídos por la filosofía Menotista y nos alejamos, sin desmerecer pero tampoco comulgando, con el “ganar como sea” de Bilardo, la actitud hace ruido.
Complejo es también analizarlo desde una mirada sociológica. Porque aquellos argentinos que a diario se quejan de las actitudes poco éticas de los funcionarios por caso, ahora aplauden, ríen y tildan de “pillo” a Martínez.
Es que el argento promedio vive en esa ambigüedad de ser un poco Martín Fierro y al unísono “Civilización y Barbarie”. Nos sentimos identificados con San Martín, Evita o el Che, pero reconocemos rasgos propios en Inodoro Pereyra, Isidoro Cañones o el inolvidable “No vamo´a trabajar” de Rodolfo Zapata. Una «doble moral» complicada la de nuestros genes.
“Que eso pasa siempre”, “los arqueros hablan y antes no se escuchaban” ,“hay que distraer al rival como sea” son algunos de los argumentos que enaltecen los defensores de lo acontecido. Argumentos que se contrarrestan con sólo mirar el video de las series de Goycochea en el ´90 para dejar en claro que no hace falta “boquear” al rival para detener un disparo y pasar a la inmortalidad.
Es cierto que esta fue la primera definición de penales que Martínez tiene con la albiceleste. Es cierto que quizás sea un patrón de conducta que sostenga en el tiempo, al mejor estilo Jose Luis Chilavert, donde la potencia de su juego se amalgame con las bravuconadas orales, y entonces sí, dejará de ser soberbia y pasará al ámbito de su “personalidad”, esas que “pueden gustarte o no” y que, claro está, traen su peso y consecuencias.
Otros interrogante que caben hacerse: ¿Se animará a hablarle a Neymar como lo hizo a Yerry Mina, ante un mismo escenario?. ¿Alcanza ser uno de los mejores arqueros de la Premier League para tener la licencia de chicanear a un rival de esa forma? ¿No es pecar de soberbio con apenas un puñado de partidos en la Selección Mayor? ¿Seguirá con su misma actitud si Neymar y Cía. vapulean a la Argentina el próximo sábado?.
Preguntas que no podrán responderse sin el necesario paso del tiempo. Por lo pronto me permito poner un manto de mesura ante tanta “lujuria” local, ante tanto triunfalismo rápido y sensación de “argento vivo” que rodea la sociedad en estas horas. Creo que desde el lado que es lo mire (sea desde el pobre presente futbolístico de los últimos años a nivel Selección o desde el pobre nivel sociológico, también de los últimos años que padecemos) es momento de caminar con la cabeza un poco más gacha. No humillado, no con vergüenza, pero si con humildad. Dar pasos gigantes, pero cubiertos de cordura. Lograr gestas importantes pero sin descorchar antes de tiempo. Lleguemos a la meta, demostremos que estamos a la altura de gritarle al rival en la cara “Mirá que te como”, pero generemos en primer lugar las condiciones para sostener con hechos, aquello que decimos con la boca.
Hagamos como hizo el Diego una vez: seamos pícaros en meter un gol con la mano, pero a los diez minutos, demostrémosle que también somos capaces de hacer el mejor gol de todos los tiempos, hermoso, perfecto, legal e inmortal. Por ahora, solo dimos el primer paso…
Para CincoDias por Juan José Postararo