La represalia de EEUU contra ISIS le costó la vida a 10 miembros de una familia, 7 de ellos niños
El misil que Estados Unidos disparó el domingo en Afganistán contra presuntos extremistas mató a 10 civiles, siete de ellos niños, que jugaban a bordo del automóvil de Ezmarai Ahmadi, un ingeniero de una ONG que lucha para erradicar la desnutrición en Afganistán.
«El misil explotó encima del vehículo lleno de niños, que estaba estacionado dentro de casa», explicó su hermano Aimal Ahmadi, desde Kwaja Burga, un barrio densamente poblado en el noroeste de Kabul.
«Los mató a todos», agregó, citado por la agencia de noticias AFP.
Según Aimal Ahmadi, 10 miembros de la familia fallecieron en el ataque aéreo, incluida su propia hija y otros cinco niños.
«Mi hermano y sus cuatro hijos murieron. He perdido a mi hija pequeña, a sobrinos y sobrinas», enumeró con tristeza ante los restos del coche, reducido a un montón de metal calcinado.
Estados Unidos informó el domingo de la destrucción de un vehículo cargado de explosivos durante un ataque aéreo que buscaba abortar un intento del grupo extremista Estado Islámico (EI) de estallar un coche bomba en el aeropuerto de la capital afgana.
La acción puede quedar como el último error del ejército estadounidense en 20 años de guerra contra los talibanes, a menudo salpicados por la muerte de decenas de civiles como «daños colaterales».
Washington, sin embargo, mantiene que el objetivo era el buscado.
«Sabemos que hubo sustanciales y poderosas explosiones posteriores a causa de la destrucción del vehículo, lo cual indica que en su interior había una gran cantidad de material explosivo que puede haber causado más víctimas», dijo el domingo el vocero del Comando Central del ejército, Bill Urban.
«No está claro qué pudo haber sucedido y estamos investigando más», agregó.
Estas palabras develan crueldad para Aimal Ahmadi, a quien le cuesta creer que su hermano pudiera ser tomado por un simpatizante del EI o, todavía peor, por un kamikaze preparando un atentado.
Ezmarai era ingeniero y trabajaba para una ONG, un afgano ordinario que simplemente buscaba llegar a final de mes en un periodo de fuerte inestabilidad, explica.
Pero los nervios estadounidenses estaban a flor de piel después de que un suicida se inmolara el jueves en un atentado en la entrada del aeropuerto, donde se congregaban multitudes con la esperanza de poder dejar el país.
Más de un centenar de personas murieron, entre ellos 13 soldados estadounidenses, poco antes de que Estados Unidos completara el retiro de sus fuerzas en Afganistán esta madrugada.
Tras el incidente, la inteligencia estadounidense advirtió de otro posible ataque, y el domingo, militares norteamericanos dijeron que habían impedido un nuevo ataque.
«Todavía estamos evaluando los resultados de ese ataque, que sabemos impidió una amenaza inminente de EI-K al aeropuerto», declaró Urban el domingo, citando las siglas de la rama afgana del grupo Estado Islámico.
Poco más de 38.000 civiles murieron entre 2009 y fines de 2020, según la misión de la ONU en Afganistán, que comenzó a registrar las bajas civiles en 2009. Otros 7.000 resultaron heridos en el mismo período.
Cuando los vecinos escucharon la explosión, rápidamente acudieron a la casa de Aimal y Ezmarai para ver en qué podían ayudar.
«Todos los niños murieron dentro del vehículo, los adultos estaban muertos justo en el exterior. El coche estaba en llamas, solamente podíamos encontrar trozos de los cadáveres», aseguró uno de ellos, Sabir.
Las excusas preventivas de Estados Unidos de poco le sirven a Rashid Noori, otro vecino.
«Los talibanes nos matan, el Estado Islámico nos mata, los estadounidenses nos matan», se desespera.
«¿Acaso piensan que todos nuestros niños son terroristas?», preguntó.