Posadas: cinco días sin pacientes con Covid en terapia intensiva
El alivio de haber superado meses completos de tensión, con cien camas de terapia intensiva ocupadas a tiempo completo, y la esperanza por la reducción de casos de coronavirus explican las sonrisas en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Posadas, donde esta semana, por primera vez, no hubo pacientes ingresados con Covid-19.
El Hospital Nacional «Profesor Alejandro Posadas», ubicado en la localidad de El Palomar, en el partido bonaerense de Morón, contaba al comienzo de la pandemia con 26 camas de terapia intensiva, que durante las primeras semanas del aislamiento social, preventivo y obligatorio se expandieron a 100 tras la compra de respiradores, monitores, otros equipos y la refuncionalización de espacios y parte del personal médico.
Desde el comienzo de la pandemia, más de 3.000 pacientes adultos de Covid-19 fueron internados en ese centro de salud, de los cuales más de 500 requirieron ser alojados en Terapia Intensiva, de donde menos de la mitad pudo salir con vida.
El director ejecutivo del Hospital Posadas, el médico terapista Alberto Maceira, afirmó en diálogo con Télam que «el hecho de que no tengamos pacientes Covid-19 en terapia intensiva es la consecuencia de lo que viene pasando hace un tiempo, que es el descenso de casos. Nosotros veníamos de 300 consultas por día en el hospital y al día de hoy estamos en 30; de hecho, hace dos semanas que no ingresamos pacientes Covid-19 a terapia intensiva».
El jefe de coordinación de Cuidados Intensivos del mismo centro asistencial, Enrique Daniel Pezzola, recordó: «Este año tuvimos un pico en abril y mayo. Ya en junio fue un poco menos y después de a poco comenzaron a bajar las internaciones en terapia».
«Cuando en marzo de 2019 tuvimos el primer caso teníamos poco más de veinte camas de terapia intensiva de adultos, y hoy tenemos más de cien camas porque el sistema se preparó para enfrentar la pandemia, se renovó todo el equipamiento de terapia intensiva, se agregaron camas, se refuncionalizaron espacios que estaban destinados a atender otras patologías para atender Covid-19», recordó el médico terapista.
En ese marco, apuntó: «Empezamos a capacitarnos sobre la patología en sí, sobre el uso de los equipos de protección personal, que era algo muy importante porque al ser una enfermedad desconocida generaba incertidumbre y el miedo de contagiarse uno y contagiar a la familia; así que se hizo toda una preparación e incluso fuera de la terapia intensiva el hospital hizo simulacros de puesta del equipo en todo el personal ya sean médicos, enfermeros, camilleros o administrativos para que todos supiesen manejarse en esta situación».
Maceira reconoció que «en abril y mayo de este año fueron los meses que más preocupado estuve y peor la pasé porque llegabas al hospital pensando en lo que te podías llegar a encontrar. La foto era con todas las camas de terapia ocupadas y pacientes ventilados en la guardia. El hospital había sido preparado para resistir eso pero con la idea de que la guardia siempre fuese el espacio para relajar la tensión sobre terapia».
«En ese sentido fue muy buena la iniciativa de construcción de los hospitales modulares que a nosotros nos descomprimió muchísimo porque a los pacientes moderados que no necesitaban estar ventilados pudimos derivarlos hacia allí», destacó.
Al respecto, Pezzola añadió que «además hay lugares del hospital que se habilitaron como nuevas terapias, como la unidad coronaria que se duplicó porque hubo que hacer otra unidad coronaria no Covid para poder seguir atendiendo a los pacientes que igual se seguían infartando; esa expansión nos permitió contener la demanda de asistencia».
Maceira remarcó que «mientras tanto la gente se seguía infartando, seguía sufriendo ACV o teniendo cáncer; cuando convertimos la unidad coronaria en terapia Covid a los infartados tuvimos que atenderlos en el área de recuperación de las cirugías cardíacas y entonces tuvimos que ir aplazando las cirugías cardíacas programadas; el sistema sanitario pudo contener la pandemia pero claramente se resintió en la asistencia a otras patologías que se relegaron por la emergencia».
«En las terapias fueron dos meses a cama caliente en los que el recambio de pacientes era porque alguno mejoraba y podíamos derivarlo a los hospitales modulares o porque se moría», agregó.
Pezzola mencionó que «nadie está preparado para enfrentar una pandemia, hay gente que hace 18 meses que no se toma vacaciones».
En ese sentido, Pezzola destacó que «hay neurocirujanos que hacían hisopados en las guardias porque ellos no estaban haciendo cirugías programadas y alguien tenía que ir a hisopar; obstetras llamando por teléfono a los pacientes que derivábamos a sus casas y necesitaban seguimiento».
Con el nuevo panorama, Maceira destacó: «Hoy caminás por el hospital y la gente tiene otro humor».
«El hospital tiene 5.400 trabajadores, de los cuales 3.800 son asistenciales, se iban enfermando y tenían que aislarse, así que llegamos a trabajar con casi 400 personas menos que las previstas; cuando el que se aislaba era un administrativo, se lo podía reemplazar por un administrativo de otra área, pero en las especialidades médicas el rompecabezas se volvía mucho más complicado y sólo se pudo resolver porque la predisposición de los trabajadores fue absoluta; sin ese compromiso era imposible», repasó.
«En lo personal me tensionó más el segundo pico que el primero porque la gente venía más cansada. En el primer pico le planteábamos a la gente que había que aguantar, que esto ya pasaba, pero para el segundo pico fue más difícil sostener eso con la gente muchísimo más cansada; además, los médicos tenemos una cabeza medio especial y en el primer pico todos estábamos con la curiosidad ante la novedad y querer saber qué era y cómo se comportaba la enfermedad», completó.
Pezzola explicó que «el cansancio de la primer ola se empezó a notar en octubre, porque nosotros veníamos de la experiencia de la gripe A, que también fue algo muy fuerte pero que duró dos meses, entonces pensábamos que para septiembre íbamos a estar tranquilos; cuando se hizo octubre y todavía estábamos con las terapias llenas, empezamos a sentir el agotamiento».
El director del hospital dijo que «el haber vacunado al personal del hospital para mí fue una tranquilidad gigante, creo que ese es el momento en el que yo me pude relajar un poco».
«Nosotros tuvimos 15 compañeros muertos en este hospital y poder ofrecer las vacunas a todos los compañeros fue poder trabajar con una tranquilidad distinta», concluyó.