¿Sabías que insultar tiene beneficios?
La Universidad de Keele, Staffordshire, Reino Unido, realizó un interesante estudio sobre el tema. Algo que pudo descubrir es que el simple hecho de decir palabrotas se acompaña de una liberación de adrenalina. Esto nos permite, en ciertos momentos, hacer frente al dolor con mayor arrojo, con mayor decisión y contundencia.
Recurrir a este tipo de expresiones actuaría como analgésico momentáneo. Algo idóneo para ese deportista que necesita hacer un último esfuerzo a pesar del dolor físico. Un hecho más que llamativo que vale tener en cuenta.
Se ha podido observar que decir palabrotas eleva el nivel de endorfinas y genera una sensación general de calma, control y bienestar.
Decir palabrotas para mantener el control sobre tu realidad
Así es, hay veces en que la vida se vuelve tan caótica que tenemos la sensación de estar perdiendo el control. Sucede cuando a veces las tareas en el trabajo se nos acumulan y tenemos la sensación de no llegar a los objetivos. Dejar caer una maldición, un taco o una frase mal sonante nos aferra de pronto a la realidad para recibir todo un torrente de energía a nuestra autoestima.
Es como una sacudida momentánea para recordarnos que nosotros podemos con (casi) todo, y que podemos tener el control sobre la realidad.
¿Qué hace que el uso de palabras groseras sea tan poderoso? El poder del tabú, por supuesto. Esa realidad es universalmente reconocida: casi todos los idiomas en el mundo contienen palabrotas.
«Parece que tan pronto como tienes una palabra tabú y la percepción emocional de que la palabra va a causar incomodidad a otras personas, el resto parece seguir naturalmente», dijo Byrne.
Y no solo las personas maldicen. Incluso los primates lo hacen cuando tienen la oportunidad.