Informe Especial| La historia de los «Indios Kilmes»: opresión, desarraigo y coraje

La ciudad bonaerense de Quilmes tiene unos 356 años de historia. Quizás la primera imagen que llegue a nuestra cabeza sea la de famosa Cerveza. Tal vez los futboleros lo asocien directamente con el “decano” club que allí existe. Pero lo cierto es que su fundación, su arraigo, sus raíces esconden una historia poco conocida y que amerita transportarse varios kilómetros, hacia la Provincia de Tucumán.

Los Indios Kilmes

En la localidad tucumana de Tafi del Valle, los cerros y las montañas son una escenografía que no deja de deslumbrar para quienes la visitan.

Una ruta de ripio deposita al turista al pie del cerro Alto del Rey, donde se levanta esta imponente ciudad que no dejará ver a ninguno de sus antiguos habitantes, pero con una historia que vive en los descendientes a “flor de piel”.

Es que sobre aquellas punas (sobre los 2500 metros), sierras, valles y quebradas del NOA, en los años 800 d.C, emergió una población indígena que llego a tener un gran desarrollo a nivel social y económico.

Allí se forjaron los asentamientos pre hispánico más importante de los pueblos Calchaquíes, llegando a tener 10.000 habitantes en sus alrededores y 3.000 en su zona urbana.

Aquella enorme montaña que parece sacada de un cuento es una fortaleza de piedra; los indios Kilmes forjaron allí, una ciudad memorable: corrales y cactus servían para el desarrollo habitual de estas comunidades que criaban animales y sembraban quínoa, maíz y otras plantaciones que servían para alimentar a su gente.

Durante años aquella montaña oficializó de escudo, la parte más alta de lo que se conoce como “Ciudad Sagrada” era el lugar elegido para la defensa ante el enemigo. Primero fueron otras tribus y finalmente, los conquistadores españoles, los cuales llegaron hasta aquí y gracias a una estrategia de camuflaje y con la ventaja de anticipar, gracias a la vista en altura, la llegada del opresor, los Kilmes defendieron durante años su territorio.

Pero, traiciones mediante, de esas que existieron y existen a lo largo de la historia, hizo que en 1966 el avance español los doblegara.

Si bien la conquista española se produce alrededor de 1536 con la llegada de Diego de Almagro, lo cierto es que les costará un siglo a los invasores dominar la región.

Cuando los españoles creen que a sangre y fuego habían logrado «pacificar» la región Calchaquí, en 1630 se produce una rebelión general que dura más de treinta y cinco años.

Según testimonian distintos cronistas, la resistencia a la dominación y a los ritmos de explotación españoles fue tenaz por parte de los pueblos Kilmes. En ella participaron mujeres y niños.

La derrota final ante el gobernador de Tucumán, Alonso Mercado y Villacorta, luego del levantamiento del líder Quilmes Felipe Calchaquí, motiva el traslado de los Kilmes.

Las mujeres prefieren arrojarse al vacío con sus criaturas en brazos antes de verse sometidas. Los Quilmes sobrevivientes fueron confinados cautivos desde las tierras altas y secas del noroeste a la húmeda llanura rioplatense después de una cruel marcha en condiciones infrahumanas a través de casi 1500 km, para llegar a la reducción de Santa Cruz de los Quilmes, casi a orillas del Río de la Plata, donde hoy emerge la Ciudad bonaerense.

El 14 de Agosto de 1812, acorde a la política post revolucionaria el Triunvirato declara extinta la Reducción y se declara a los indios Quilmes «iguales» al resto de los «ciudadanos». Luego de un siglo y medio de explotación y opresión, el pueblo Kilmes consigue una libertad que nunca pudo ser gozada en toda su plenitud.

Durante los años 1806 y 1807 estas mismas tierras «quilmeñas» serán escenario de los intentos de invasión por parte de la Inglaterra industrial, que a fuerza de explotar obreros y obreras británicos necesitaba inundar al mundo colonial con sus manufacturas. Ya las costas y las calles de la incipiente ciudad serían recorridas por esclavos negros ingresados desde la Banda Oriental, era el momento de establecer el «manto de la igualdad ciudadana» a indios, negros y mulatos (aunque la mayoría de ellos fueran después los principales reclutados en la guerras de la Independencia). «Igualdad» que ocultaría hacia el futuro la verdadera desigualdad material a la que fueron sometidos los pueblos originarios.

La “Ciudad Sagrada”

Emplazada a 1.700 metros de altura sobre el nivel del mar y a 15 kilómetros de Amaicha del Valle, la Ciudad Sagrada (como se la conoce hoy) fue descubierta aparentemente por Juan Bautista Ambrosetti en 1897, pero, sin embargo, había sido hallada antes por Samuel A. Lafone Quevedo, en 1888.​ Éste escribió entonces al diario La Nación una serie de cartas, informándoles a los periodistas la noticia. Una de ellas mencionaba la confusión de los arqueólogos, quienes creían estar frente a vizcacheras de tamaño gigante y la semejanza de éstas a un panal.

Además, en 1893 el asentamiento precolombino fue visitado por Ten Kate, quien observó que las ruinas estaban en muy buen estado de conservación, pese a su antigüedad. Finalmente, en el año 1897, Ambrosetti visitó las ruinas e hizo un detallado estudio de ellas. Delimitó su tamaño, de 1 km², hizo un pequeño mapa de las mismas, estableció el área de explotación de biotopos, descubrió en ellas un cementerio y asoció por primera vez al pueblo Kilmes con el de Amaicha.

Gracias al trabajo de un equipo de especialistas, que restauró los edificios más importantes, se puede observar la complejidad del asentamiento.

Dos fortalezas que servían de defensas contra posibles ataques de poblaciones indígenas vecinas y uno de los sectores de una ciudadela han sido reconstruidas.

En los restos de la ciudadela se pueden observar casas de piedra, antiguas paredes de roca y también cactus.

La ciudad original incluía asimismo una capilla construida por los españoles con el fin de evangelizar a la población, la cual se estima en cinco mil habitantes.

Otro elemento llamativo de estas ruinas son las destacadas construcciones de represas de agua y la gran cantidad de cultivos, principalmente de maíz, que eran la base alimenticia de estos indígenas.

Los aproximadamente 200 Quilmes supervivientes (en 2005) descienden directamente de aquellos hombres y mujeres que resistieron el sometimiento realista, aunque se han mestizado con caucásicos.

Habitan la zona comprendida por los pueblos de Colalao del Valle, en Tucumán y Fuerte Quemado, en el límite con la provincia de Catamarca, a lo largo del río Santa María, que corre entre los cordones montañosos del Aconquija y del Cajón.

En la actualidad en la provincia de Tucumán existen dos pequeñas localidades de las cuales la parcialidad Kilmes es epónima.

Actualmente tanto los aborígenes que viven en Tucumán como el Gobierno de la Ciudad Bonaerense mantienen una activa comunicación. Intercambios culturales, visitas mutuas y reconocimientos, son parte de una agenda que perdura cada año.

Sin ir más lejos, en la actualidad la intendenta de Quilmes, Maya Mendoza, trabaja en la construcción del primero de los “Centros Territoriales de Políticas de Género y Diversidad en Buenos Aires” y llevará el nombre de Isabel Pallamay, quien fuera Cacica de la Tribu.

Incluso en la costanera, se empalma un monumento del “Indio Kilme”, obra realizada por el artista local Tito Ingeniero, inaugurado en Mayo de este año.

Sin dudas una historia donde se exhibe lo más cruel de la opresión y el desarraigo pero también de rebeldía, coraje y resistencia. Los Kilmes una comunidad que tienen bien ganados sus páginas de gloria en la historia autóctona de nuestro país.

 

Para CincoDias por Juan Jose Postararo

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