¿Qué pasó el 17 de Octubre de 1945?
Era un miércoles, apenas pasaban las 11:30 de la mañana cuando desde el Balcón de la Rosada, vestido de civil, aparecía Juan Domingo Perón que salía en busca de una multitud congregada en los alrededores de la Plaza de Mayo.
La historia no se pone de acuerdo en la cantidad exacta. Podrían ser 300 mil o quizás medio millón de trabajadores. Lo cierto es que la plaza estaba colmada como acaso nunca antes (ni después de ese día).
La imagen de una columna de hombres llegando desde Berisso, Ensenada y La Plata, desde el sur del conurbano bonaerense, desde La Matanza en el oeste, fue una postal que nunca nadie olvidaría nunca. En su boca un solo reclamo: liberar al General.
Ni la fuerza policial del gobierno del general Edelmiro Farell pudo hacer frente a una multitud que no se amedrentó al ver como levantaban los puentes y cruzaba caminando el riachuelo y llegaba a poner sus “patas en las fuentes” de la Plaza.
Ese 17 de Octubre era el génesis del movimiento peronista, que luego sería formalizado como partido a fines de 1946, ya con Perón en la presidencia. Esa misma tarde, emergía del seno de la sociedad una clase que representaba a muchos y que nunca renunciaría la vida pública: la clase obrera, los “descamisados”, sustantivos denigratorios y xenófobos aparte.
Encontraban en el Peronismo naciente la mano intangible de una política que hasta entonces le era esquiva. Los ignoraba y los excluida derechos y conquistas sociales.
También, esa jornada histórica, al unísono de ese movimiento de masas que surgía desde el fondo de la clase más humilde, emergía su antítesis: el antiperonismo. Dos eslabones claves para comprender, 75 años después, el porqué de muchas realidades actuales. Dos incisos necesarios y obligados para comprender la política Argentina por todos los tiempos.
Un día antes, el Comité Central Confederal de la CGT, había llamado a un paro general para el jueves 18, pero el pueblo actuó antes y ese miércoles 17 se agolpó reclamando ver a Perón, por entonces detenido en el Hospital Militar.
Juan Domingo Perón, que había ido construyendo poder en la Secretaría de Trabajo y Previsión y como Ministro de Guerra, había alcanzado la vicepresidencia a mediados de 1944. A principios de octubre y presionado, se vio obligado a renunciar a todos sus cargos.
Fue detenido el 13 de octubre y llevado a la isla Martín García pero, ante el clima creciente de sublevación popular y por consejo de los médicos que se trasladaron a la isla, finalmente fue llevado a Buenos Aires e internado en el Hospital Militar.
Farell y Eduardo Ávalos, uno de los líderes del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que dieron el golpe militar en 1943, se dieron cuenta de que se habían metido en un lío. Pactaron que Perón hablaría a los manifestantes para tranquilizarlos, que no debía hacer referencia a su detención y que, además, les pediría que se retiraran; como contrapartida, el gabinete renunciaría en su totalidad; Farell quedaría al mando del Ejecutivo, pero Ávalos solicitaría su retiro.
No fue hasta la medianoche, con la multitud aun en la plaza, que el General realizó una de sus primeras maniobras políticas: “He dejado deliberadamente para lo último el recomendarles que al abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que ustedes, obreros, tienen el deber de proteger aquí y en la vida a las numerosas mujeres obreras que aquí están (…) Y ahora, para compensar los días de sufrimiento que he vivido, yo quiero pedirles que se queden en esta plaza, quince minutos más, para llevar en mi retina el espectáculo grandioso que ofrece el pueblo desde aquí” exclamó en su discurso.
Dicen los testigos que al abandonar el balcón, una mueca de satisfacción se dibujó en la cara del coronel Perón sonrió satisfecho. Acaso en su interior sentía que ese día cambiaría por siempre no solo su vida, sino la de todo un país.