La meditación mejora la actividad cerebral
Meditar desarrolla la red neuronal. Aumenta las conexiones entre neuronas y, sobre todo, entre distintas regiones del cerebro.
La meditación, con todas sus técnicas y modalidades, ha demostrado ser una útil herramienta para lograr ese remanso de calma en que nuestras neuronas puedan tomarse un respiro para organizarse. Tanto es así que, en las últimas dos décadas, varios estudios científicos se han volcado en comprender cuáles son los mecanismos por los que actúa y qué efectos físicos produce en el cerebro.
Meditar aumenta el grosor de la corteza cerebral en la zona de la red neuronal por defecto, tal y como apunta un estudio reciente publicado en Scientific Reports, realizado con 14 estudiantes universitarios, que se entrenaron en técnicas de mindfulness durante 40 días.
En la misma línea, otra investigación, concluía el año pasado que, tras un par de meses de practicar meditación durante diez minutos, cinco veces a la semana, cambiaban para mejor los patrones cerebrales de los participantes. En concreto, potenciaba la conectividad entre los dos estados de conciencia del cerebro: la red neuronal por defecto –activa cuando no estamos haciendo nada especial ni estamos centrados en el mundo exterior– y la red dorsal de atención –activa cuando tenemos la atención puesta a nuestro alrededor–.
Antídoto para alargar la vida
La practica de la meditación disminuye la secreción de cortisol, hormona del estrés implicada en respuestas inflamatorias y, cuando se cronifica, culpable de un peor rendimiento en las funciones ejecutivas del cerebro. Es una de las conclusiones de otro trabajo, esta vez del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y del Cerebro en Leipzig (Alemania), que comprobó que, después de meditar durante tres meses, 30 minutos, seis días a la semana, los niveles de cortisol de los participantes cayeron un 51%.
Lo mas llamativo es que alarga nuestros telómeros, esos extremos de los cromosomas, cuya longitud está relacionada con el tiempo y calidad que nos queda de vida.
Tras descubrir que el estrés crónico podía disminuir la producción de esta enzima –y, por tanto, acortarnos los telómeros y, con ellos, la vida–, Blackburn se propuso analizar si había alguna forma de revertir estos efectos. Y dio con la meditación. En uno de sus experimentos pioneros, el nivel de telomerasa de los participantes había aumentado un 30% después de realizar un retiro budista de tres meses.
Baja el estress
Otras investigaciones se han centrado en analizar cómo esos cambios estructurales en nuestra máquina de pensar ayudan a tratar enfermedades como la depresión, la ansiedad, el síndrome de colon irritable, la fibromialgia, la psoriasis o el síndrome de estrés postraumático.
«Los efectos que se obtienen de la meditación son moderados, equiparables en efectividad a los tratamientos convencionales«, puntualiza Gaëlle Desbordes, neurocientífica en el Hospital General de Massachussets.
En la actualidad, Desbordes está estudiando con técnicas de resonancia magnética funcional cómo actúa la práctica del mindfulness en el alivio de la depresión. «Si podemos identificar los elementos que son efectivos, podemos refinar la terapia para que tenga más éxito. Para eso, estamos analizando por qué algunos pacientes de depresión mejoran con el mindfulness y otros, no».
¿cuál es la mejor forma de meditar?
Cualquier técnica que nos permita pensar en notros mismos activa la plasticidad neuronal, es desestresante, aumenta la capacidad de empatía y mejora el control de las emociones.