Ya no solo buscan a hijos de desaparecidos en Argentina: ahora ayudan a reunir a madres e hijos separados al nacer
Ester y Mónica son algunas de las tantas madres que buscan a los hijos de los que fueron separadas al nacer.
“Me tapó la cara, me tiró para atrás, me sostuvo por la fuerza en la camilla y cuando logro soltarme ya no estaba ni el bebé ni el médico que me había atendido”, recuerda Ester Hublich. Corría 1978 y era el parto de su segundo hijo, al que busca desde entonces.
“El bebé lloraba, se movía, era vital ese bebé, no estaba muerto. Y alcancé a ver que era un varón bien morochito, mi vida, y lloraba. Y yo siempre decía él lloraba porque sabía que nos iban a separar”, relata entre llantos Mónica Ruz, quien hoy tiene 70 años y busca a su hijo desde 1971. A ella le dijeron que su hijo había fallecido luego del parto, pero años más tarde comprobó, por un testimonio familiar, que estaba vivo.
La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), creada en 1992 a instancias de Abuelas de Plaza de Mayo para la búsqueda de sus nietos sustraídos durante la última dictadura militar (1976-1983), lanzó la campaña “Mamás que buscan” que amplía su labor: ahora también convoca a quienes buscan a sus familiares y cuyos casos no están relacionados con ese régimen para ayudarlos a restituir su identidad.
“Nosotros fuimos viendo que el robo y tráfico de niños, la venta, el despojo, como se le quiera llamar, de los hijos de desaparecidos, como de los hijos de mujeres pobres, solas y menores de edad, transitaban carriles muy similares”, explica Claudia Carlotto, directora ejecutiva de la Conadi. “Logramos, por fin, un equipo, estructura, recursos y que se haga una campaña como la que estamos llevando adelante ahora para convocar a la sociedad a que cualquier mamá que haya sido alejada o separada de su hijo al nacer o al poco tiempo de vida, se pueda acercar a nosotros para acompañarla y poner al servicio de estas realidades toda la experiencia de estos 30 años de trabajo por el derecho a la identidad de la Conadi”.
Así comienzan a sistematizar una labor que hasta ahora muchas veces era el resultado de otras búsquedas: en el camino de encontrar a los nietos robados durante la dictadura, lograron restituir la identidad de más de 2.000 personas que no eran hijos de desaparecidos, según afirman.
Mamás e hijos que buscan
Judith Alexandre sentía que quien decía ser su madre no era tal. Con el tiempo logró deducir que era adoptada y comenzó a buscar sus verdaderos orígenes. “Es una búsqueda muy larga que me acompañó toda la vida, porque desde muy chiquita sentí que algo había. Mi mamá tenía 44 años cuando yo nací y mi papá nueve más, 53. Hacía diez que estaban casados, estaban en lista de adopción legal, en lista de espera y pensaban que no les iban a dar un bebé por la edad que tenían. Y de alguna forma alguien les hizo el contacto, les dijo ‘acá tenés la posibilidad de un bebé recién nacido’, tuvieron que poner plata, pero lo tenés con papeles y todo y ya está. Y así fue que alguna vez me compraron y llegaron a mí”.
Como había nacido en 1977, Judith creyó que podría ser hija de desaparecidos. Por eso, en 1997 había dejado su sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos, que recopila la información de los familiares de desaparecidos.
Pero no tuvo resultados, su caso no tenía que ver con los secuestros de la dictadura. Y su mamá biológica estaba viva. Años más tarde supo que la buscaba.
“Ya hacía más de 20 años… con lo cual mi expectativa de que ese llamado ocurra, soñado, en la primera década de ‘te llamamos para decirte que encontramos’ ya era muy remoto, era casi imposible. Ya había descartado esa expectativa”, explica Judith, pero agrega, entre risas: “Y bueno, me llaman de la Conadi: Encontramos a tu mamá y a tu hermana, me dice. Así como lo dijo, yo ya empecé a no entender más nada del mundo”.
Judith, que para ese entonces ya tenía cuatro hijos, supo que no solo tenía una mamá, si no también dos hermanas. Todos se conocieron inmediatamente en las oficinas de la Conadi al día siguiente de ese llamado.
“Fue muy fuerte el abrazo de mamá hacia mí. Me miraba y me acariciaba las manos, como miramos las mamás a los recién nacidos. Eso fue muy, muy fuerte”, recuerda emocionada mientras muestra fotos con su mamá Adriana. El parecido físico de ambas es notable y de carácter, apunta Judith, también.
“Cuando mi mamá habló conmigo me decía ‘hija, vos preguntame todo lo que quieras saber’, que eso era lo opuesto a lo que yo había vivido hasta ahí. Era ‘no me preguntes’, ‘¿qué te falta, que te hice?’. Y desde ahí empieza otro capítulo, mi vida se transforma. Mi mamá de crianza había fallecido meses antes, en noviembre y en agosto nos reencontramos: yo no pasé ningún Día de la Madre sin madre (N. de R: en Argentina se celebra en octubre). Es muy loco, muy fuerte y muy lindo porque siempre quise encontrarla”
Las madres, el eje de la campaña
La campaña de Conadi está enfocada principalmente en estas “Mamás que buscan” principalmente porque la desproporción es enorme: tienen más de 15.000 hijos buscando sus orígenes, pero solo 500 madres tratando de encontrarlos.
“El patrón es joven, pobre, sola. Sin contención de ninguna naturaleza social, ni familiar ni económica, que no pueda reclamar, que tenga miedo, que no tenga posibilidades de recurrir a un abogado”, explica Carlotto. Además, agrega, muchas veces hay sentimientos de culpa por haber dejado a sus hijos, aunque hayan sido forzadas a hacerlo.
“Yo habré cometido el error de enamorarme y quedar embarazada, pero yo no quería que me quitaran mi bebé”, sostiene Mónica, a quien su familia intentó separarla de su novio y sacarle su hijo. “Me dijeron ‘él no te quiere. Él no te busca, no te llama y nosotros no vamos a poder criar ese bebé. Es una vergüenza para nosotros que hayas quedado embarazada’”, relata.
“Había clientes que habían pedido un producto y una red delictiva, en la cual el Estado, por acción u omisión es partícipe necesario, dedicada a robar bebés a pedido y traficar con ellos, ¿no?”, sostiene Ester.
A Ester le dijeron que su hijo había nacido muerto, pero nunca le entregaron ningún certificado y los médicos adujeron que el cuerpo había sido cremado. 37 años después, luego de ver en televisión testimonios de madres que habían pasado por su misma situación, volvió a la clínica para intentar, nuevamente, corroborar que su hijo había nacido muerto, pero allí se encontró con documentos plagados de irregularidades. Fue entonces que comenzó su búsqueda.
“En el caso de estas nuevas situaciones hay que tratar de obtener la mayor información posible de cada uno de los casos y cruzarlos en una base de datos que es compleja y sofisticada porque tienen que dar un “match” para después realizar entre esas coincidencias de esa persona que busca y esa mamá que reclama también un análisis genético 1 a 1, para ver si finalmente se encontraron o no”, explica Carlotto.
Ese trabajo, sostiene, lleva mucho tiempo y es muy difícil, sobre todo porque se trabaja sobre pactos de silencio y muchas mentiras.
Sin embargo, a diferencia de la búsqueda de los nietos de desparecidos, estos casos tienen una ventaja: se puede resolver con un análisis de ADN mitocondrial 1 a 1 de la madre y el hijo.
“En esta situación la generación de las madres está. El índice de abuelidad requiere de una enorme cantidad de familiares. Hay familias que, por no estar los padres y porque algún abuelo había fallecido, necesitaron entre 15 y 20 personas para reconstruir al desaparecido. Una reconstrucción mucho más compleja”, explica Carlotto.
“Es muy fuerte el verme reflejada en mi mamá, que con mi madre de crianza estaba todo bien. Yo la amaba, no es que no quisiera, pero hay algo del reflejo del famoso espejo con ella que me pasó desde la oficina de la Conadi, que con mi otra mamá nunca lo había podido vivir. Y sí lo he visto en mis hijos”, relata Judith, para quien, a pesar de una espera de más de 30 años, la historia tuvo un final feliz.