Conicet afuera: El Gobierno Nacional interrumpió más de 250 becas posdoctorales
El Gobierno de Javier Milei interrumpió más de 250 becas postdoctorales del Conicet lo que genera un recorte significativo en el Conicet.
Las becas, los ingresos a la carrera de investigador y los recursos se achican y se posponen.
Más de 250 científicas y científicos argentinos, que llevan años de formación dentro del sistema (entre las becas de doctorado y las de posdoctorado) se quedaron ayer repentina y directamente afuera del sistema, cuando contrariando una resolución del organismo y hasta las promesas recientes del actual directorio, las prórrogas de sus becas posdoctorales fueron canceladas, cortando en los hechos cada una de estas carreras científicas. Sin más trámites, sus nombres, currículums, áreas de investigación, ya no figuran en la página del organismo. Por otro lado, de las 800 de estas becas que se habían prometido para la convocatoria 2023, se efectivizaron sólo 500. A paso firme, la actual conducción del Conicet decide reducir cada vez más su funcionamiento. Ayer, en una manifestación en el Polo Científico y Tecnológico, sede administrativa del organismo (que tuvo réplicas en todo el país) los científicos pidieron una reunión con el directorio para entender qué estaba pasando. Los recibieron varias horas después funcionarios de terceras líneas que sólo pudieron transmitirles que no quedaba nada por hacer.
«Todos estamos recalculando qué va a ser de nuestras carrera y de nuestras vidas. Si me preguntás hoy, así en caliente, tengo dos opciones: aceptar una posibilidad en el exterior, o abandonar la ciencia. Es triste pero ese es el presente. Nos están diciendo: chau, andate, invertimos años y años en tu formación, pero ahora no nos interesa más«, dice la geóloga especializada en paleontología Agustina Toscano, que hasta ayer trabajaba en la cuenca neuquina, en equipos que investigan, por ejemplo, la formación de Vaca Muerta.
«Amo lo que hago y no me imagino haciendo otra cosa. Me las rebuscaré por un tiempo como profesora de nivel medio, de terciario. Pero no es que la rueda para: vos no podés dejar colgados los papers, los congresos, las investigaciones que iniciaste. Eso es lo perverso: lo seguís haciendo, pero ahora gratis, y a media máquina», lamenta la socióloga platense Paula Aldana Lucero, magister en Antropología social y doctora en Geografía, dedicada a estudiar las ideas en torno al uso de pesticidas en la agriculura, un insumo para delinear políticas públicas.
«La desazón es total. Soy el único ingreso de una familia monoparental, tengo 41 años y una hija que ya formó sus vínculos acá. La verdad, no sé qué hacer. ¿Podría irme afuera? Laboralmente sí, pero hoy para mí el desarraigo pesa. Lo desalentador también es haber perdido lo que generábamos en la sociedad. Hasta hace poco tener un hijo en Conicet o docente universitario significaba prestigio y orgullo. Hoy por hoy mi mamá tiene que estar explicando que su hija no es ñoqui», lamenta desde Córdoba Claudia Amuedo, antropóloga especializada en arqueología.
«La crisis de Conicet afecta también directamente al funcionamiento de las universidades, porque los equipos de investigación están muy entrelazados, nos seguimos formando y produciendo conocimiento con los sueldos del Conicet. De hecho siendo becarios, los que somos docentes solo podemos acceder a una dedicación simple. Esos equipos también se ven afectados, se pierden líneas de investigación, porque uno puede seguir trabajando de onda, pero tiene el margen de la subsistencia», explica Pamela Brownell, docente de Artes en Filo UBA, especializada en temas de teatro argentino contemporáneo y otra de las afectadas por la cancelación de las prórrogas de becas posdoctorales.
El salario de un becario posdoctoral (que luego de su carrera de grado acumuló en el sistema científico, con el Estado invirtiendo en eso, unos ocho años de formación) es actualmente de unos 900.000 pesos. Es, además, un trabajo que desde hace años se denuncia como precario (en negro, sin aportes ni aguinaldos, aunque con la conquista de una obra social desde hace pocos años). La dedicación simple que les queda como máximo a quienes quedaron «afuera» y sumaron la docencia universitaria significa un sueldo de entre 100 y 200 mil pesos, dependiendo el lugar y la antigüedad.
Las prórrogas que se cancelaron son de becas posdoctorales de tres años de duración, precedidas por otros cinco de formación doctoral. «Es desesperante que el Estado haya invertido todo ese tiempo y recursos para decidir tirarlo así, de un día para el otro», apunta Toscano. Todos estos posdoctorados se presentaron a la carrera de Conicet el año pasado, con una exigente evaluación de por medio. Los resultados se conocerán recién a mediados del año que viene: hasta entonces, lo lógico, lo usualmente estipulado y lo planeado a nivel personal y familiar por cada uno de ellos era mantener las becas con estas prórrogas. Muchos incluso tomaron decisiones en base a esa certeza como mudarse de ciudad y de provincia para seguir las líneas de investigación que les interesan. Hasta que las nuevas autoridades cambiaron las reglas de juego.
Más allá de la situación inédita de los becarios posdoctorales literalmente echados de Conicet (aunque el rótulo sea el más técnico «cese de sea prórrogas de becas»), hay otros reclamos urgentes que enumera Victoria García, delegada de ATE Conicet: hoy hay casi mil investigadores e investigadoras elegidos por concurso en 2022 y 2023, que siguen sin ser confirmados en sus cargos. Desde que asumió este gobierno, 130 trabajadores del personal administrativo fueron despedidos: sus contratos no fueron renovados. Y el 30 de septiembre vencen otros 1300 contratos.
Se suma la caída del salario real que afecta en la Argentina a todos los trabajadores, y un congelamiento del presupuesto para investigación de tal magnitud que mereció un reciente artículo de la revista Science que se asombra del «caos y la creatividad» de los científicos criollos, las estrategias como reutilizar reactivos y botellas de plásticas para los experimentos, la falta de apoyo que reciben, y en general la incertidumbre con la que trabajan.
«Pienso también en la cantidad de investigadores con currículum que volvió al país para formar equipos e investigar acá, y de repente ve que esos equipos están siendo diezmados, ¿qué hacen, cómo siguen? Porque es toda una cadena la que se corta, gente que forma y otra que va siendo formada, así se produce el conocimiento, el camino es muy largo y nunca es individual. Yo hace siete años que soy becaria, pero me inicié como estudiante, formo parte del equipo de investigación en el que hoy estoy hace 18 años«, repasa con angustia Amuedo.
«A mí me parte al medio, como a todos, como a cualquiera que se queda sin trabajo de un día para el otro. Pero si pienso en todas las líneas de investigación que se cortan, el dolor es doble. Y si además pienso en los discursos que circulan, ‘son todos ñoquis’, ‘estudian cualquier cosa’, «entra cualquiera’, con lo complicados que son los concursos, los años de formación que demanda esto, lo que siento es desazón», concluye Lucero.
Un campo que parece sembrado para que lo que hoy pasa en el Conicet avance sin mayores repudios, y hasta con adhesiones.